jueves, 29 de noviembre de 2012

Las puertas del Edén


Abril - 1957

El bar estaba prendido en llamas, y aun la atormentante lluvia de esa madrugada no conseguía extinguir las monstruosas llamas de la pequeña localidad en la calle Ceramonía 29.

Los gritos en la vecindad se oían mortales y la pelea continuaba. Gustavo no entendía qué demonios ocurría, y por esencia del alcohol, confundía el estrepitoso escenario con el infierno. La inocencia de su mente, ignorante de la bondad de su alma, le hacía pensar que estaba viviendo el destino que se merecía por sus nunca cometidas malas acciones. En medio de la inconsciencia  y sin darse cuenta, un botellazo en la cabeza lo dejó seco en el piso, haciendo que el que alguna vez fue Gustavo Soriano, quedara como un simple cuerpo sin vida. Ni una lágrima rodó, ni un nervio se alteró, ni siquiera un par de ojos se posicionó sobre el cuerpo de Gustavo. No fue motivo de finalización del pleito, y el fuego tampoco cedió.
Fuera del alborotado plano físico, el alma de Gustavo se desprendía con sutileza de su cáscara inerte  Dos fuerza, como imanes, atraían aquel ligero espíritu libre de pesares, hacia arriba y abajo, en una lucha de dos fuerzas mortales. Finalmente ganó la fuerza de las alturas. Así el alma de Gustavo comenzó a elevarse, atravesando el techo, pasando entre las nubes, recorriendo la infinitamente perfecta galaxia, traspasando así el colosal cielo. Llegó entonces y viose encontrado sobre aquel que, a simple vista, parecía un bello suelo de nubes, sin embargo, él se sentía flotar sobre la nada. Acercóse a las rejas doradas, donde San Pedro lo observaba desde su estrado, sumiso, paciente, para recibirlo entonces con su apacible sonrisa.
Observó las rejas doradas, que parecían inútiles, ya que tanto del lado de Gustavo como del otro lado, lo único que se veía eran más y más nubes. 
Acercóse entonces el hijo de Adán al estrado, mientras San Pedro revisaba una especie de expediente de la vida del alma que había subido y llegado a la gloriosa entrada del Edén.
San Pedro se notaba algo indignado y tal vez confundido al revisar el historial de la vida de Gustavo. No conforme con lo leído, prefirió cerciorarse hablando con el recién llegado. Toda pregunta formulada, se le respondía casi igual a lo que había leído, pero aun inconforme y confundido, le preguntó si recuerda cómo falleció. Este comenzó así a relatar lo ocurrido en el bar, las llamas, la pelea, y eso era lo último que recordaba.
Ya con estos datos, San Pedro inmediatamente llegó a comprender el botellazo que el amigo recibió en la cabeza. ¿Pero qué hacía un alma tan pura como la de ese joven, metida en aquel hueco de bar? Cuyos suelos eran recorridos por cientos, quizás miles de penas de otros cientos, quizás miles de hombres. Deprimióse el pobre Gustavo al oír la pregunta. Se le decayó la mirada. Entonces comenzó a contar cómo le rompió el corazón a una mujer que lo amaba. El santo sonreía comprensivo, y fue a releer una vez más el archivo. Sin embargo, las páginas no contaban el hecho de la misma manera que salía de la boca de Gustavo. Estas relataban, en sus últimas hojas, que el individuo había sido engañado por una hija de Eva, la cual le robaba el 45% del dinero que se depositaba en la cuenta bancaria del joven. 
-"Lo que me estás diciendo, no concuerda del todo con lo que estoy leyendo, hijo mío",explicó el buen San Pedro sonriente. -"Y déjame decirte, para tranquilizarte, que no es precisamente porque seas tú quien me está mintiendo". Gustavo se sintió algo intimidado y atemorizado, pensando que no se le permitiría entrar al bello Edén, por tanto le llegaba a su alma, el momento de retorcerse en las llamas del infierno, o bien, vagar por la Tierra como alma en pena por el resto de su infinita existencia.
Bajó San Pedro de su estrado y con una mano sobre su hombro, le explicó situaciones de su propia vida que él mismo desconocía. Cerró la explicación con un gentil gesto de comprensión, y dijo con mucha claridad, "A ti aún no te toca... Te falta mucho por hacer allá abajo." 
Habiendo dicho esto, San Pedro sacó una piedra blanca, parecida a una perla pero muy lejos de serlo, y la puso en la mano derecha de Gustavo. Instintivamente, este la presionó con fuerza. Entonces este comenzó a desvanecerse, y sintió cómo iba cayendo desde el punto más alto del espacio, sin asustarse, ya que más bien, era una sensación agradable.
Luego de una larga caída, volvió a despertar y se halló a sí mismo en su cuerpo físico una vez más, acostado aun sobre el sucio piso del bar, siendo esquivado por hombres que corrían desesperados. De un modo u otro, apenas respirando, Gustavo se levantó de entre los vidrios y quién sabe por dónde, quién sabe cómo, logró huir de las enormes brazas que atacaban la localidad. 
Luego del episodio, todos los que sobrevivieron al incendio, creían que Gustavo había muerto quemado vivo o por asfixia, y sin embargo, no se encontró el menor resto de su cuerpo.
Gustavo había vuelto a su vida, aun más consciente de todo, habiendo ya dejado a la mujer mentirosa, su pasada Diosa de la falsedad, y había vuelto a comenzar, aunque pocos estaban enterados de esto, ya que casi todos lo daban por muerto.


Agosto - 2003

Luego de cuarenta y seis años del accidente, un muchacho como de trece años pasaba por aquel lugar. Su padre le había contado la historia de lo ocurrido en aquel lugar. Le impresionaba estar justo frente al lugar que un día padeció en la enorme lumbre, de la cual no hubo muertos, aunque sí muchos heridos y afectados tanto física como mentalmente. Caminando por la zona, encontró dos hojas blancas, sucias por el tiempo, llenas de barro y algunos agujeros, y así decían las primeras líneas del que parecía un viejo escrito:


Abril - 1957


"El bar estaba prendido en llamas, y aun la atormentante lluvia de esa madrugada no conseguía extinguir las monstruosas llamas de la pequeña localidad en la calle Ceramonía 29."



-Sabrina J. Rose

lunes, 10 de septiembre de 2012

¿Quién se balanceaba al borde de mi jaula?


Ese día, la exhibición de humanos cerró a las diez de la noche... Las bestias cerraron las puertas y se fueron a sus hogares.


Todos aguardaron un rato, esperando a que las bestias ya estén muy lejos del lugar, y después de la una de la madrugada, comenzaron a escucharse lamentos, llantos, gritos desde las jaulas de todos los humanos. Algunas hembras embarazadas que se encontraban llorando, otros machos gritando, y en algunas otras jaulas tuvieron que resignarse a la homosexualidad con sus compañeros de la celda, para combatir un poco la soledad que los agobiaba.

Yo, por mi parte, me mantenía llorando en silencio por dentro. Todo estaba en penumbria, pero sin embargo, logré divisar en la cima de la reja de mi jaula una especie de sombra grisácea que balanceaba sus piernas en el aire. Me acerqué intrigada a ver qué era aquella aparición, y esta miró hacia abajo, donde yo me encontraba.


-¿Quién eres tú? -Pregunté.

-La soledad. -Me respondió.
-Ah... Rondas mucho por estos lares, ¿verdad?
-Claro... ¿Quién crees que mantiene a todos ellos así?


En cierta forma, me había caído bien. En ningún momento bajó de donde estaba y comenzamos a charlar. Me explicó que ella tiene la suerte de no sentir nada ya que es sólo un estado, un sentimiento. Pero se veía muy intrigada por saber cómo era sentirla a ella. Le conté cómo era mi vida. Se enteró de que paso todos los días con un nudo en el pecho, pidiendo clemencia a Dios para que me libere de mi soledad. Se enteró de cómo golpeo el piso de furia, cuando me doy cuenta de que necesito comunicarme con alguien y no tengo con quién. Supo de las mil lágrimas que derramaba todas las noches, cuando ya las bestias no estaban merodeando cerca. No entendía qué hacíamos allí, así que le expliqué que los monstruos nos tenían atrapados en jaulas, y nos ponían en exhibición, ya que dicen que el humano es la criatura más inteligente del planeta... Pero a la vez, la más idiota. ¿Quién no querría observar su comportamiento? Nos trataban como un entretenimiento más. Le mostré las marcas en mi piel que habían aparecido a causa de la falta de las vitaminas que el sol aporta. Le conté que suelo caminar dentro de la jaula, hablando sola en voz alta, como si estuviera conversando con algún ser inexistente. Me llamó esquizofrénica. Eso no me gustó nada. Sin embargo, su mirada inexpresiva me produjo tranquilidad, ya que no estaba demostrando impaciencia, ni odio, ni burla, y yo no me sentía juzgada de ningún modo.

Dijo que se sentía incómoda sentada donde estaba, así que tendría que bajar.


-¡Baja de mi lado, para que me hagas compañía! Así ya no estaría sola. -Clamé yo ilusionada. Sin embargo esta me vio a los ojos tan neutra como siempre. Volvió la mirada al frente y saltó fuera de la jaula. -¡¿Qué haces?! Por favor, vuelve, no quiero estar sola. Si hubieses caido de mi lado, ninguna de las dos estaría deprimida. Ambas tendríamos compañía. -Le dije. Ella seguía parada del otro lado de la jaula, mirándome fijamente. -Vuelve, ¡por favor!

-No lo haré. -Me dijo frívolamente.
-¿Por qué no?
-Soy la soledad. No quiero extinguirme. Si fuese contigo, habría compañía. Si hay compañía, no hay soledad. Entonces yo desaparecería, y de todos modos, tú seguirías estando sola.
-Pero... -No alcancé a decir nada más, ya que esta se desvaneció en el aire. Fue un alivio, ya que no tenía más argumentos para hacer que se quedara.


Me sequé las lágrimas que comenzaron a rodar por mis mejillas y caminé hacia el fondo de la jaula. La Soledad me había llenado de felicidad el rato que pude conversar con ella, y cuando se fue, me dejó un vacío inmenso. Me acerqué a mi plato, a ver si había algo de comida con qué llenar aquel vacío que me absorbía desde adentro como un agujero negro. Nada. Plato vacío. Nuevamente me resigné y me acosté en el piso a mirar a la nada. 



De lo que yo no me había dado cuenta, era que La Soledad seguía allí presente. Nunca se había ido...





Sabrina A. Jackson

sábado, 4 de agosto de 2012

Es que no, pero sí


Tener miedo y no saber a qué... Tener frío, y que la temperatura esté por encima de los veintisiete grados... Sentirte sola estando rodeada de decenas de personas... Querer ir a tu casa y no saber cuál es siquiera... Querer salir volando cuando el cuerpo no te da ni posibilidades de caminar fuera de tu cama... Sentir que no puedes moverte, a pesar de estar completamente sana... No creer en Dios, y sin embargo, llorar clamando que él te ayude, que alguien te ayude... Querer comer cuando no se tiene hambre... Pedir que todos se vayan y te dejen sola, cuando no hay nadie cerca... Enojarse cuando no hay nadie quien te esté alterando la calma... Pegar patadas a la pared para liberar el enojo que nadie te produjo... Intentar, con todas tus fuerzas, entablar una conversación con la nada... Sentir que nadie te quiere, cuando hay por lo menos una persona que te dice "Te amo" todos los días... Estar conversando con alguien, y aún así, sentirte aburrida... Querer correr aunque sea a un lugar en el que no haya nada, pero lo haya todo... Querer dar la vida por escapar a otro lugar, pero saber que vas a extrañar incluso las miserias que en el momento posees... Sentir que a la montaña le crecen cien metros más cada vez que estás a instantes de llegar a la cima... Sentir que algún detalle te hace bien, cuando en realidad, sólo está destruyéndote... Sentir que hay alguien vigilándote, voltear y que no haya nadie cerca... Pedir y necesitar ayuda, pero ni siquiera tener en claro por qué, para qué, y/o con qué necesitas ayuda... Sentir que te congelas, y para cuando te fijaste en un espejo, estabas sudando.
No mencioné ninguna sensación que no haya experimentado. A este punto, sólo me surge suponer que me he vuelto loca con el pasar del tiempo, de los meses, de este año... Observando a diario el mismo paisaje, que consiste en mi cama, los tocadores, una mesa de noche, algunos peluches viejos y sucios, y las paredes de mi cuarto... 
A veces parece que las paredes se comprimen, y sé que si tuvieran espinas, no habría forma de que salga viva de ahí. 
Si no siento todo cerrándose al rededor mío, escucho a las paredes hablando mal de mí y de mi vida. Recuerdo que las escuché chismoseando una mañana. Chismoseaban horrorizadas entre las cuatro, cómo me vieron retorcerme de terror en mi cama, mientras mis sueños, eran atacados por pesadillas.
Por primera vez en mi vida, estuve con mi cuaderno abierto en una página en blanco, con un lápiz en mano, durante más de dos horas, sin sentir ni la mínima chispa de inspiración. Traté de escribir mi nombre al pie de la hoja, y noté que mis manos temblaban como las de una anciana enferma. Fue entonces que me dí cuenta de que me veía imposibilitada para escribir. Fue ese día y fue durante muchas otras semanas... Cientos de ocaciones en las que no pude escribir ni una palabra entera en mis cuadernos. Pasé toda una tarde frente a mi cuaderno y no había logrado llenar ni una hoja... Ni la mitad... Ni siquiera un renglón. 
Sé bien que el encierro me hace mal, pero por alguna razón, tras tanto tiempo así, el exterior no me agrada. No estoy acostumbrada a la gente. No me acostumbro a las fiestas, ni a ver gente que no conozco. Como ya dije, perdí el hábito de la conversación. Ya no hablo con nadie. Ni siquiera yo me entiendo.
Tal vez ocurra que necesite volver a mi casa, así sea por unos días. Recuperar la seguridad en mí misma que perdí cuando me encerraron en esa enorme caja de cemento, denominada 'Mi habitación'... Volver con mis amigos, volver a recorrer mis calles, volver a sentir el ruido de los autos por la avenida, volver a merendar en la casa de mi abuela, volver a respirar los Buenos Aires, volver a saludar al esposo de la fallecida señora Teresa, volver a buscar a Michelle, volver a...
Volver a mi vida.
Si quiero, pero no. Me da miedo. Pero sí lo quiero. Aunque no estoy segura. Pero sí quiero... Aunque tal vez sea difícil...


Pero sí quiero.

Sí quiero...
Quiero...


Sabrina A. Jackson Gallagher

lunes, 23 de julio de 2012

"Usque a domum"


Tal vez suene algo "un poco muy repetitivo" de mi parte. Mis conocidos ya se deben haber hartado de escuchar mis quejas, leer mis escritos nostálgicos, enterarse de mis llantos contenidos y soportar verme decaída en determinados momentos, horas del día, meses o fechas. Sin embargo, necesito transmitirlo, y si no puedo hablar con nadie, no me queda de otra que escribir para que sea leído, y en otros casos, es mejor sólo contárselo a alguno de mis muchos cuadernos, y a sus humildes y acojedoras hojas en blanco.
Y otra vez empezaremos con el mismo cuento... Por más que lo conozcan al derecho y al revés, se los contaré una vez más, porque es un sentimiento aún vivo y presente; el muy desgraciado sigue sin irse de aquí. Pero tarde o temprano tendrá que desvanecerse.
Mi vida no es exactamente la misma desde que partí de mi casa. "Partí"... Me hicieron partir. Creo que agradezco mucho a esas experiencias, y a todos esos momentos que no fueron malos, pero que tampoco fueron buenos en absoluto, ya que me hicieron encontrarme con mi único escape a todo: La escritura. Es mi refugio. La soledad me ha concedido tiempo de sobra para pensar, y más tarde, para aprender a razonar algunas cosas. Aunque claro; mucho pensar y tanto razonar, pone a desfilar por mi mente muchos recuerdos. Pesados, fastidiosos... Sí, ustedes, recuerdos. Considerense completamente culpables del hecho de que me crean una depresiva sin remedio. Me encantaría que la gente que me rodea me conociera tal y cual soy en serio. Si tan sólo entendieran todas las palabras a las que estoy acostumbrada, yo tal vez hablaría más fuerte, claro, fluido, sin dudar, sin titubeos, y sin tener que frenarme a explicar cada una de las palabras empleadas... Creo que si eso pudiese ser así, me provocaría más hablar con las personas y sería más sociable... No me costaría en lo más mínimo hacer amigos, y no estaría tan sola. Parece una estupidez, pero todo se reduce a eso. No importa, de todos modos ya perdí el hábito de la conversación. A alguien como yo, se le hace muy difícil sentirse cómoda entre personas con las que se tarda tanto en tomar confianza. Además, claro, es imposible evitar comparar a todos con mis viejos amigos. Nada es igual a lo que estoy acostumbrada. No es ni parecido. 
Me doy cuenta de que cada vez extraño más y más detalles de los que jamás me había percatado del todo tiempo antes. Allá todo era tan grande, en todos los sentidos... Y aquí ahora todo se siente tan pequeño. Extraño tanto asomarme por la ventana de mi cuarto y ver al vecino de enfrente disfrutando de ver pasar a las personas, mirando detenidamente las hojas de los árboles danzando y los autos pasando a toda velocidad por la Avenida Maipú. En algún tiempo pasado, hace casi cuatro años, esa hermosa actividad era realizada por su esposa, la señora Teresa, antes de haber fallecido de cáncer. Recuerdo perfectamente a doña Teresa. Todos los días, a toda hora, estaba en la puerta de su casa, con esa inagotable sonrisa siempre viva. Pantalón bordó, suéter verde oscuro y siempre algún gorro de lana, para ocultar su calvez (producto del cáncer). No necesitaba alaja alguna, ya que se veía siempre bella, radiante, elegante y simpática con sus mejillitas enrojecidas por el sol y aquella enorme y envidiable sonrisa. Diario iba hacia la ventana de mi habitación a saludar a la señora Teresa, compartiéndonos cariño entre amistosas risas. La ventana... Esa ventana... Mi ventana. Amaba esa vieja ventana. No tenía nada físicamente extravagante, además de su colosal tamaño. Tal vez mi refugio ahora sea la escritura, pero alguna vez lo fue aquella ventana. Solía abrirla completa desde la tarde hasta la noche; levantaba la enorme perciana hasta el tope, allí me sentaba en silencio con una libreta a observar el cielo cuidadosamente, a memorizar cada uno de sus detalles, anotando todo, aprendiéndome la ubicación exacta de la constelación de Las Tres Marías, la de la Osa Mayor, y mi favorita, la Estrella Polar. Aquella era tan sólo una estrella, pero... Era enorme, bella, y se veía como la perla más preciosamente pulida que había levitado en el cielo. Mientras las demás estrellas emitían su común y blanco brillo, Estrella Polar resaltaba entre todos los astros por el aura azul celeste que emitía. Diariamente y durante muchísimos años, esa pequeña y simple actividad me llenaba el alma de paz. Polaris (también así llamada) no era mi única compañía. En el edificio de al lado, habían por lo menos diez pisos. A veces se asomaba la pequeña Delfina y su hermanito de dos años al balcón de su departamento a jugar con avioncitos de papel pintados con lápices de colores. Delfina era una niña de cinco años. O bueno, ya creció. Debe tener casi ocho años ahora. Sus risitas traviesas solían ser la melodía de mis noches. Sus curiosas preguntas sobre la luna y sus cambios de posición me hacían sentir una importante fuente de respuestas para ella. 
Las noches eran maravillosas, claro. Pero las tardes no se quedaban atrás, de ningún modo. Se me hace imposible olvidar aquellas caminatas largas al lado del río, observando barquitos a lo lejos. Una vez terminado el camino al lado del río, se llegaba a una pequeña plaza, no muy linda, no muy nueva, pero irradiante de una fabulosa alegría. Sí lo recuerdo... Recuerdo perfectamente aquellas murgas de la tarde. Aquellas quince personas que se reunían todos los sábados a darle alegría al lugar. La música invadía el ambiente. Revoleando los brazos, bailando de forma libre, mientras el sonido de los bombos, silbatos y tambores resonaba por toda la plaza, y derrepente yo me encontraba bailando al ritmo de los tambores, felizmente entre hippies y rollingas que pasaban la tarde allá, tomando mate con bizcochos dulces. Era precioso sentarse entre tantos desconocidos, tan confiadamente, mientras mirabamos al sol ponerse, sabiendo que nadie iba a lastimar a nadie, y volver a casa sanos, felices y con un recuerdo más en la mente, con el espíritu adolescente satisfecho.
Mis desconocidos amigos... Sí, extraño su compañía tanto como el sonar de bombos y silbatos. La murga era preciosa. Yo tenía sólo doce años recién cumplidos cuando bailaba en la murga entre diecisieteañeros. Más tarde me sentaba en la plaza grande, esperando a que mi mamá pasara por mí. Recuerdo que al irme a buscar al gigantezco parque, mi madre siempre me preguntaba qué había hecho. Siempre le respondía que sólo caminé cerca del río, "como siempre". A ella nunca le agradaron las ideas sobre murga. Me mataría si se enterase de aquellos momentos. Veía a todos los jóvenes de la murga como un montón de "negros catinga" y drogadictos sin remedio. De alguna forma, la compañía de todos ellos me hacía muy feliz.
Inmediatamente, al llegar a casa me bañaba y me sentaba en mi ventana a observar los safiros del cielo.
Algo que nunca olvidaría son también esas mañanas de otoño. Abría lentamente mis ojos y me encontraba tibiamente tapada por mis sábanas blancas con bordados de flores amarillas. Me destapaba y saltaba de la altísima cama litera al piso. Recuerdo cómo se inflaba mi camisón cada vez que hacía eso. Era tan perfecto despertar iluminada con un ligero y finísimo rayo de sol sobre la cara... Era mi beso de mañana. Entonces bajaba las escaleras y solía conseguir la casa fresca, impecable, con las enormes ventanas abiertas de par en par, iluminando así cada rincón. Aquella hermosa rutina finalizaba cada vez que respiraba profundo y aspiraba el dulce aroma de las flores del patio. Todo parecía perfecto, e inmediatamente me vestía y salía a caminar. Pasaba horas bastantes recorriendo las calles, sin prestar atención a señales, carteles y siempre con mi humor de ensueño, perdida en lo bello que me parecía el color del cielo. En mis recorridos siempre iba por detrás de mi casa. Doblar a la derecha, caminar una cuadra, y cruzar a la izquierda... Cómo olvidarlo. Siempre iba hacia ese lugar en busca de Michelle. Era una de mis mejores amigas. Bueno... Michelle era una gatita de la calle, sin dueño, pero por alguna razón, siempre andaba impecablemente limpia. Ella era blanca con manchas negras, y los ojos color miel. Amaba conversar con ella, ya que tal parecía, cada vez que yo le hablaba, esta respondía con un sonoro maullido. Era la única con quien hablaba en mis momentos de ensueño. Últimamente me la paso mucho pensando en michita-Michelle, y suelo derramar un par de lágrimas. Hasta donde sé, luego de mi partida, dos de mis amigas fueron en busca de Michelle, a regalarle alimento, ya que yo no estaba para hacerlo como antes, y nunca la encontraron. La última vez que fui a mi casa, después de más de un año sin estar por allá, iba a aquel lugar en el que yo y Michelle nos encontrábamos siempre. Sin embargo, aún visitando dos veces por día ese lugar, durante veinticinco días, nunca la encontré... Nunca apareció... Cada día que fui a buscarla sin encontrarla, no podía evitar llorar de desesperación, casi sin aire en los pulmones. Sentí que se había perdido la mitad de mi alma. Conocía a Michelle desde mis ocho años. Me sentía tan culpable... Juraba que había muerto por mi culpa, por mi ausencia. Juraba que por culpa mía, Michelle, mi más fiel amiga, había muerto de hambre. Extraño mucho su cabecita dormida sobre mis piernas, su incansable ronroneo... Su forma única de esconderse bajo mis piernas jugando. Amaba verla parada sobre sus patas traseras, tratando de alcanzar alguna de las hebillas con las que yo la incitaba a jugar. Continúo con algo de esperanza de que Michelle está viva, y que algún día voy a volver a encontrarla.
Aunque también tenía la esperanza de reencontrarme con muchas personas, y sé que no las volveré a ver. La distancia me hizo perder a tantos de mis amigos...
Soy una persona que no se arrepiente de nada, ya que considero que las cosas buenas quedan como recuerdo, y las malas sirven para no volver a repetir el error, y no. Tampoco me arrepiento de haber dejado que mis amistades me dejen como me dejaron. Ahora sé que su egoísmo era más fuerte, y no eran capaces de esperarme hasta el último momento. El orgullo es fuerte. Pero no puedo negar que los necesito mucho. Ya no tengo casi nadie para hablar. O bueno, sí... Para chatear. Pero no para hablar. 
Recuerdo que alguna vez fui tan expresiva... Era la que hacía que mis compañeros/as estallen en una carcajada mientras las lágrimas caían por su rostro. A mí alguna vez me encantó sentarme a conversar con gente que no conocía. De hecho, rara vez conseguía algo más entretenido y enriquecedor para hacer. Como ven, amaba las calles. Me encantaba conversar con mis vecinos. Qué distinta de la tipa que está ahora encerrada en su cuarto, sentada en su cama, con ojeras, y escribiendo estas palabras, con un notorio destello de falta de inspiración. 
Muchos supondrán que mudarse de país, a esta edad, especialmente, es una tontería. O bueno, supondrán que es difícil, pero realmente no entienden cómo ni por qué. Y podrán llamarme "emo". Algunos me verán como una "depresiva", pero creo que hay detalles de mi pasado que no han observado tan detalladamente como deberían. 
Esos estúpidos consejos... Todos con la idea de "Sé feliz igual" me hicieron alcanzar el estado mental en que estoy ahora. Aprendí a ser libre entre cuatro paredes, pero no a salir de allí.
Aprender a convivir con un pesar no es lo mismo que superarlo y ser feliz de verdad, sin mentirse a uno mismo. Yo sigo sonriendo, aunque en alguna parte de mi inconsciente sé bien que estoy engañándome. ¿A quién puede gustarle esta vida?
Salir tan sólo veinte minutos por día de una habitación, únicamente para tomar agua y a veces comer. Pasar día y noche pegada de este maldito aparato que es el vicio que me sostiene. Tal como una droga.

Tal vez puedo decir que es algo muy similar al alcohol... Es que no te hace feliz realmente. Sólo lo haces y no sabes por qué.

Recuerdo bien que cuando salía hacia el aeropuerto, y yo me encontraba en el taxi, me estaba quedando dormida. Había pasado los últimos tres días de mi estadía en casa sin dormir, empeñada en aprovechárlos al máximo. Pero tan pronto sentí que me había desvanecido para entrar al séptimo sueño, en mi mente se manifestaron dos preguntas que no fueron generadas por mí.
"¿A dónde vas? ¿Para qué?"
Inmediatamente me desperté con lágrimas en los ojos y mirando a las calles una vez más. Lo primero que me extrañó de aquella situación fue la manera en que las preguntas se manifestaron. No fue por palabras, no fue por "una voz", no las pensé yo. Aparecieron en mi mente por una milésima de segundos y desaparecieron así. Sentí ganas de hablarlo con alguien, pero no sabía expresar exactamente qué fue lo que pasó, por lo tanto nadie podría ayudarme. Lo segundo que me extrañó fue lo precisas que fueron. Tras mucho pensarlas, no conseguí respuesta. No sabía a qué iba a donde iba.
Y así mismo, sigo sin entender qué hago aquí. Tal vez la gente no mentía, y mi propósito aquí es enamorarme, y hasta que eso ocurra, nada se resolverá.
Lastimosamente, para esto ha de faltar bastante tiempo. Mi necedad y yo no lo permitiremos. Consideremos eso como una nueva lucha...

¿Quién ganará esta vez, el orgullo o el corazón?



Sabrina A. Jackson Gallagher
(Aclaración: "Usque a domum" significa en latín "Lejos de casa")

domingo, 22 de julio de 2012

Libre entre cuatro paredes



Me han preguntado muchas veces cuál es mi visión de la vida. Jamás supe explicar con exactitud lo que yo sentía en cuanto al mundo. Finalmente me puse a pensar, y no saqué la conclusión exacta, pero sí algo mucho más cercano de lo que esperaba concluir. No voy a argumentar nada. Simplemente quiero que se imaginen lo que les diré en forma de secuencia. Quiero que se imaginen una habitación de muchos colores. Muchos rojos, muchos amarillos, muchos rosados, azules, verdes, naranjas, celestes. Por aquella habitación, flotan burbujas por montón. Dentro del cuarto hay una inmensa cantidad de juguetes. Sí, hay juguetes, peluches, de los cuales muchos de ellos son ositos, conejitos y esa clase de cosas que se consiguen en el cuarto de una niña de cuatro años. También hay una alfombra multicolor que cubre todo el piso. Estrellitas brillantes pegadas por las paredes, junto a muchos dibujos y carteles de payasos sonrientes. Todo ahí es perfecto, y es sólo un juego. Es  hermoso, una fantasía, un lugar radiante. Allí no hay ninguna puerta, en absoluto. Sólo cuatro paredes, un techo y el piso.
Pero espera, no quieras concluir tan rápido, que no he terminado.
Dentro del cuarto estoy yo, como una niña. Cantando, bailando, jugando en el piso, hablando con ángeles, hadas, duendes... 
En el interior de aquella enorme habitación, imagina en un rincón una especie de máquina. Sólo una atracción más... Este es el planeta tierra. Cada vez que yo quiera puedo ir y jugar con él, hacer lo que me plazca y ser libre allí adentro. Paso más tiempo en ese mundo que en toda la hermosa habitación. No tengo cadenas en ese mundo. 
Sin embargo, no se olvide el hecho de que sigo encerrada. Soy libre, pero sigo atrapada. Estoy encerrada en mí misma, pero a la vez estoy libre, y me manejo en y con el mundo cuando quiera, y cada tanto, vuelvo a mi habitación a jugar con los juguetes ilusamente hermosos de mi mente. 
Tal vez algún día lo pueda expresar mejor. Pero por ahora, he allí lo único que tienen que entender.

Soy libre... entre cuatro paredes.

jueves, 5 de julio de 2012

Cigarrillos y alcohol


(Aviso: "Cigarrillos y alcohol" es algo que deben leer, imaginando a una mujer de treinta y un años contando su historia. Sí, es mi historia y nada aquí es mentira)

Crecí en una familia "normal". Madre, padre, hermanos, abuela, tíos, primos... Padre... Un padre. Sí recuerdo en lo más profundo de mi alma ver a mi padre sentado  en la cocina frente al televisor, con su vaso y su botella de cerveza al lado, y un paquete de cigarrilos abiertos. Impasible, pero con sus sonoros y aturdientes roquidos, rugidos que resonaban por toda la enorme casa de mi abuela, mientras yo correteaba por la gran escalera, abría puertas, cajas y cajones, y prendía y apagaba aparatos extraños que conseguía. 
Recuerdo ese día en que vi a mi padre despertarse y caminar al baño, dejando al borde de la mesa y a mi perfecto alcance esa enorme botella de líquido frío, amarillento y con abundante espuma blanca. Yo era una pequeña, no entendía qué tipo de poción era esa. No comprendía por qué mi papá se veía imposibilitado a vivir sin este, ni por qué cada vez que lo tomaba caía dormido un rato más tarde, ya sea en una cama, sillón, recostándose sobre una mesa, o bien, sentado y con la cabeza volcada sobre el hombro. No entendía tampoco por qué esa irritabilidad en él, o el rojo de sus ojos, ni el constante tambaleo al caminar.
Una vez activados mis recuerdos en aquel corto instante, tampoco entendía por qué mi madre lo odiaba tanto. Recordé inmediatamente la ocasión en que "mami y papi" discutían a gritos, entre "malas palabras", o "palabras feas", mientras mis ojos de niña de cuatro años, iban y venían entre la monstruosa escena, en la que mi madre rompía las botellas de "aquél líquido", entre lágrimas, mientras mi papá a gritos, abría otras y las vaciaba sobre mi madre, y yo volvía la mirada rápidamente a mi pequeño pizarrón, en el que yo me encontraba inocentemente dibujando flores, casas, soles y nubes a tiza blanca. Mis pupilas viajaban entre "papi y mami", y mi pizarrón... Mami, el pizarrón; papi, el pizarrón; mami, el pizarrón; papi, el pizarrón, cuando derrepente siento caer sobre mí esa esa olorosa sustancia que entre mis padres se vaciaban. Esta bajó, empapó mi ropa y mojó mi pizarrón, borrando así la casa, el jardín floreado, los árboles, el radiante sol y la pequeña laguna, en los que puse tanto empeño. No hice más que correr llorando a mi mamá, que se encontraba gritando cual endemoniada aún, y al ver que esta ignoraba o no escuchaba a los llamados de mi débil voz, dejé mi pizarrón con el paisaje borrado por el chorro de cerveza, en algún lugar del piso y me fui entre lágrimas y con mi ropa mojada a esconder detrás de alguna puerta cercana, de manera que tuviera oportunidad de continuar observando curiosa y triste la salvaje escena. 
Apenas finalizó la proyección en mi cabeza de aquel recuerdo, me dí cuenta de que mi padre volvería del baño en cualquier momento. Yo continuaba igual de intrigada y deseosa de entender aquella rareza.
Elevé mis manos hacia la mesa (a la cual me sentía muy orgullosa de haber alcanzado en altura recientemente) agarré el gran vaso de vidrio, lleno de misterioso líquido y sorbí mi buen trago, que por cierto, no fue ningún "sorbito". De inmediato, algo me hizo considerarlo algo malo y sucio. Apenas lo tuve en mi boca, sentí ganas de escupirlo, y sin embargo, en pleno momento de desesperación, lo tragué por accidente. Asqueada, confundida, busqué un poco de agua y me sacié de ella hasta ya no sentir en mi boca ese horrendo sabor a veneno. Inmediatamente después escuché cómo se abrían las puertas del baño al fondo del corredor, y salí de la cocina para volver a mis juegos. 
Ese líquido de abundante espuma, apariencia mística y dorada, de fuerte olor, era la misma desgraciada que arruinó años de mi vida, de la vida de mi padre, la de mi madre, la de mis hermanos y se entrometió en la mía, que pudo haber sido una bella y tranquila infancia.
Hoy día, miro mi patética vida. Me encuentro bebiendo la misma basura que mi padre, aspirando cada tantos segundos el putrefacto humo de mi cigarrillo, que recorre mis pulmones sin que  me importe evitarlo. Mi vida y lo que vaya a ser de ella me importa poco. Sé bien cómo terminaré. 
Ahora pienso en mi padre. Lo recuerdo sentado con su botella de cerveza al lado, los ánimos por el suelo y los ronquidos que resonaban por toda la casa. Me pregunto si él estaba pasando por el mismo dolor que hoy, a mis treinta y un años de vida experimento...



Sabrina A. Jackson Gallagher



Conviviendo con Annie


Yo era la mejor...

O así me sentía. Así aprendí a amar lo que hacía. Así aprendí a exigirme más y más, y así llegué a sentirme superada mientras comparaba mi hoy con mi ayer. Escribir, bailar, seducir al público así mi cuerpo no seduzca ni siquiera mi propia conformidad, enamorarme de mi escenario, dominarlo, prenderle fuego a mis bailes, profundizar mis escritos...
El truco está en adaptarse a la idea de que "yo soy lo mejor", sea o no sea cierto. Todavía lo siento.
Sin embargo, tratar de ocultarme tras esa idea, puede ser un poco fuerte, ya que la mente humana tiende a conservar más de las cosas malas, que las buenas. Así que el método de sentirme la mejor me costó muchísimos años de dominar con facilidad.
Yo bailo, escribo, siento mi música, y siento todas y cada una de mis frases y lecturas también.
Sin embargo, mi nueva amiga no me permite ya hacer esto. Ella se llama Anemia. Pero yo le digo Annie. Es una enfermedad. Aunque no sea considerada exactamente una enfermedad, sino una deficiencia, así es como yo y mis íntimos la tratamos.
Annie es mi actual compañera, y no me ha dejado sola por un momento siquiera. Ha provocado tantas cosas en mí... Digo que Annie es mi amiga solamente porque es la única que está siempre conmigo. Esto no quiere decir que ella sea buena. No, no, Annie no es buena.
Annie ha logrado hacer llorar a mi madre, que me veía acostada en mi cama, con la fiebre más arriba de los cuarenta grados. También a mi padre, que me encontraba vomitando la bilis más horrenda que se hallaba en la parte más llorona de mi hígado. Pffffft... ¿Qué borracho en su vida ha vomitado bilis pura, tal y como Annie me ha hecho hacer a mí? Dos semanas de fiebre, dos semanas sin bailar, sin poder cantar, sin escribir casi y con hemorragias nasales.
Sí, aquellas en las que sin motivo alguno, te comienza a sangrar la nariz incontrolablemente. Méndiga enfermedad, nadie quería que vinieras. Triste que por más que quiera, por más que trate, mi estómago cerrado no me permite comer para curarme. Mis papás lloran, se espantan, se horririzan y se sienten derrotados cada vez que oyen pronunciar de mi boca las palabras "No tengo hambre, gracias."
Damas y caballeros, pero por sobretodo damas, quiero que estén enterados de lo siguiente.
¿Saben quién fue el causante de la llegada de Anemia?
La humillación... La vergüenza... Gracias a ellas, Annie está aquí. 
Claro, mírenme bien. Soy gorda, es obvio que en algún momento de mi vida fui víctima del "bullying". Pensarán que son cosas de niños, supondrán que no me afectó. Sin embargo, heme aquí hoy. Dejé de comer por muchísimo tiempo, mucho más que esos simples y antiguos cuatro días que pasé sin probar un sólo bocado. Comparado con esta ocasión, aquello fue una tontería. Cosas de niños. O más bien, de niñas. De niñas también afectadas por este virus llamado "vergüenza". 
¿Ahora ven? Sí me afectó.
Aquellas veces en que niños y adultos me trataban como a una niñita gorda, lograron que hoy esté aquí acostada en mi cama, tratando de que no se me pierda la vista en esta sopa de letras, mareada y sin poder caminar, ya que al pararme corro la inmediata posibilidad de marearme, perder la visión y caerme... Otra vez...
Repito: Méndiga enfermedad. A ti nadie te llamó y estoy esperando que te vayas lo antes posible. No me has dejado bailar, no me has permitido leer, y hasta me perdí de estudiar por tu culpa. 
¿Ahora entienden por qué el orgullo a veces no es tan malo? Si hubiese sido criada como una niña orgullosa, de mala educación, inmoral, mis oidos hubiesen estado completamente sordos ante aquellas palabras que hoy dejaron una marca tan profunda en mí. De ese modo, yo no estaría enferma, y con el autoestima tan decaído.
Sigo insistiendo: Valórate. Eres lo que eres porque así la vida lo quiso. Tienes salud. Ella te permitirá trabajar tu cuerpo hasta que estés conforme con él. Te repito: Valórate. Valórate, que el no hacerlo trae consecuencias, y aquí estoy yo escribiéndoles mientras me limpio la sangre que me chorrea de la nariz por culpa de Anemia. Vuelvo a repetirles que el hecho de ser personas sanas, fue entregarles en bandeja de plata la llave a un mundo de oportunidades, y a un destino incierto que ustedes mismos irán escribiendo a través de los que serán sus largos años de vida.

No olvides eso, y así todo será más fácil, tendrá más sentido, y motivación no te faltará. 
Mientras tanto, yo jugaré con Annie... O no sé. Tal vez decida pelear con ella para que finalmente se enoje, se rinda y se vaya. Dejaré la escritura hasta aquí ya que el dolor de cabeza no me permite seguir, estoy mareada y se me está empezando a perder la vista nuevamente.



"Dios" los cuide.



Sabrina A. Jackson Gallagher

miércoles, 4 de julio de 2012

Soñarla... Desearla...


Óyeme... ¡Despiértate! Tanto me deseaste, aquí estoy y tú estás dormido, volando entre las nubes de tus sueños... Deja de buscar, que allá no me encontrarás. Soy yo, sí. Lo creas o no, me has encontrado. Yo soy, en serio. Soy quien tanto estuviste buscando. Mírame. Observame bien. Recorreme de pies a cabeza con tu mirada. Sí. ¿Ya te diste cuenta? Soy yo, la mujer perfecta. Soy aquella con la que tanto soñaste, y me anhelaste por noches y noches sin saber que algún día me hallarías, ni conocerías mi nombre, ni mucho menos comprobarías mi existencia. Sí, lo sé, es difícil de aceptar que estoy haciendo, finalmente, acto de presencia.
Tal y cual tú me imaginabas. Así soy.
Mírame bien. Así de largas, suaves y lisas son las piernas de mujer con las que tanto soñabas despierto. Pues son mías. Y también tuyas. Son estas las caderas que imaginabas moverse sensualmente en compañía de la brisa desértica. Es el mío aquel cuerpo escultural que imaginabas, como el de una perfecta musa griega. Acércate más a mí y mira bien mi cara. ¿No es este el bello rostro femenino que tanto deseabas? Aquel que imaginaste como hecho de porcelana blanca, pero tan suave como la más fina seda china antigua. Mis ojos son aquello mismo que veías cuando suspirabas observando los destellos del cielo nocturno. Sí, también son mis labios los que poseen ese dulce sabor con el que tanto soñaste deleitarte.
Soy yo la que goza de tus mismos gustos. Comparto tus mismas ideas. Nuestras ideologías son similares. También soy la única que sabe dónde tocar, dónde besar y dónde acariciar para que reboces de gozo inmediato. Conozco todos tus secretos. No conseguirás sorpresas de mí, ya que soy todo tal y cual lo deseabas. Mira mi cabello, tan suave, sedoso, libre y largo hasta las caderas, como siempre consideraste tan provocador.
Soy yo quien te complace, quien te da todos los gustos. Sí, mis manos son las que te acarician y rizan tu cabello cuando estás allá, en el otro mundo, libre y volando entre las nubes de tus sueños, buscándome y sin encontrarme. Tus manos recorren ansiosas mi piel. Veo tus nervios al conocerme, pero no te asustes. No soy nada del inframundo. No soy mala. 
Soy todo lo que quieres. Pero por desgracia, no soy todo lo que necesitas. Tú deseaste a una mujer como yo, y aquí la tienes. Pero no te serviré de nada.
Al ser sólo lo que tú querías, no hay nada en mí que te complemente. Deseaste y obtuviste. Por desgracia, lo que uno pide, no siempre le sirve de algo. Yo no te seré útil, no afectaré en ti, y sólo estaré aquí para ser contemplada y admirada, tal y como un trofeo. Soy inservible si de mí no puedes aprender ni obtener nada nuevo... Nada fuera de lo que tú ya querías. 
Aunque tal vez eso no te importe. Eso me preocupa. No te afectará por ahora, pero sí más tarde. 
Creo que deberías haber dejado que el destino te haga enamorarte de una mujer que tenga las cualidades que tú no tienes. De esa manera funcionarían como uno. Tú la completarías a ella, y ella te completaría a ti. Pero como sólo querías una mujer que fuera lo que tú considerabas "perfecta para ti", aquí estoy yo. 
Aunque pareces no escuchar mis advertencias. Mírate, con los ojos desorbitados, todavía perdidos en el recorrido de mi cuerpo. Sé que te has enamorado tan pronto me viste. Sé que estás ahora sordo ante cualquier palabra que intente evitar que estés conmigo.
Pero discúlpame, cielo, en verdad lamento con toda inexistente alma confesarte, porque así el Gran Señor lo manda, que yo no soy más que un producto de tu imaginación. Soy un aviso, una advertencia. 
Deja de buscar a la mujer perfecta. A tu mujer perfecta. Ella llegará sola y no será nada que tú en algún momento hayas deseado. Será tu complemento y será todo lo que necesitas. No sé si lo que quieres, pero sí lo que necesitas, sí lo que te hará bien y sí lo que te cambiará la vida para bien.
No llores, corazón, que él siempre llega. A todos. El señor Amor no abandona a nadie y se planta en el corazón de cada ser, al menos una vez en la vida de este.
A ti te tocará, te lo aseguro. No importa la edad, ya que muchas personas han conocido el amor verdadero a sus doce, trece, catorce años... Sí, te parecerán niños, pero muchos han encontrado el amor.
No te preocupes más por ello. No busques. Continúa tu vida y vívela, que es corta, y en ella hay mucho que lograr.

Y recuerda:

Ella llegará por su propia cuenta...


Sabrina A. Jackson Gallagher

martes, 3 de julio de 2012

Sin cara, sin cuerpo, sin dignidad


Ellos insisten en que voy a crecer como una fracasada, sin vida y muerta de hambre. Dicen que algún día me van a recordar como "la chica rara, que siempre andaba sola y no hablaba con nadie". Parece seriamente que no se aburren de subestimarme.
Cansa, avergüenza, estresa y hasta puedo decirles que sí duele bastante. Mi autoestima está por el suelo, y me encantaría estar 100% segura de que algún día recordaré todo esto y me reiré de ellos. Ya no pienso en aquel "Pffft... Sé que algún día estaré en la cima y podré reírme de todos". No. Ahora es un simple, sencillo, nervioso y tembloroso "Ojalá..."
Nervios, angustia, ansias, estrés, vergüenza, miedo... Todas sensaciones normales en la raza humana. Aunque en cada humano, particularmente, se cumplen de una manera distinta y por motivo (sí, motivos, nunca razones) distintos. 
'Sigue adelante' me dice algo, a lo que yo sólo me atrevo a responder 'Voy a intentarlo', aunque inconscientemente estoy casi completamente convencida de que no lo lograré. 



"Bueno, este es otro día en mi vida. La vida es como un libro, un libro es como una caja. Una caja tiene seis lados, adentro y afuera. ¿Cómo llegas adentro? ¿Cómo sacas lo de adentro hacia afuera? 
Había una vez, una hermosa joven, que vivía en una bella caja y todos la querían... "



Sabrina A. Jackson Gallagher

viernes, 29 de junio de 2012

Te extraño


Me impresiona de mí misma lo masoquista que puedo llegar a ser.

Considerando los meses y meses que tardé en tomar la decisión de desaparecerte de mi vida, lo mucho que dolió y lo muy difícil que me fue dejar de pensar en ti día y noche, me parece increíble que hoy, meses después de perder el contacto contigo, te extrañe.
Sí, te extraño... Extraño tu presencia en mi cama. Extraño tanto de ti. Extraño, por alguna razón, cada vez que me negabas un beso o un abrazo. Extraño con desesperación tu compañía, el hecho de que me conocías y te conocía tanto... No era necesario dar explicaciones más de lo normal, porque ambos sabíamos lo suficiente del otro como para no hacer preguntas. Extraño que eramos tan perfectos juntos... Extraño caminar rodeada por tus brazos. También el tener siempre tu oído disponible en los momentos más fuertes. Te extraño... Extraño... Extraño tus besos alrededor de mi cuello. Extraño esa sensación de temor que sentía cada vez que corría el peligro de perderte. Extraño vivir al límite contigo. Extraño tu tú en persona, y no el tú a través de una fuente, una combinación de letras en una pantalla... Extraño el frío que me recorría el cuerpo cuando llegaba la hora de despedirnos y dejar de abrazarnos.
Extraño aquel momento. Aun recuerdo el último abrazo, también el último beso. Extraño todo en secreto.
Y hoy sé que estás mejor, en compañía de otra, de ella... De ella... Maldita... Maldita roba alegrías... Te maldigo por haberte cruzado en mi camino. Porque mi neurona de odio no era tan fuerte como para tomar la iniciativa y eliminarte de él y de su vida en un sólo momento. Te odio, te juro que te odio. Te odio a ti casi tanto como me odio a mí, por no odiarte desde un primer momento. Odio que lo hagas feliz en mi lugar. Amo que él sea feliz y odio que sea contigo. Odio tu edad, tu cara, tu rostro, tu cuerpo, tus ojos, tus manos, tu ropa, odio cada lugar en el que hayas estado, y odio a cada persona que te haya visto y no odiado como yo. Te odio tan profundamente... Te odio. Odio tu felicidad, odio tus sonrisas. Te odio a ti, maldita, por haberme robado lo que era mío. Por atreverte a quitarme y quedarte con mi felicidad. Te odio, y me arrepiento tanto de no haberte destruído la vida antes de que tú destruyas la mía...
Es con ella, mi cielo, que pasarás tu vida. Ella, la que se atrevió a comerse mi felicidad, y tal vez un día se atreva a hacerlo con la tuya, no lo dudes. Que quien lastima una vez, puede hacerlo dos veces, tres veces, cuatro veces y todas las que quiera. Si fue capaz de acabar mi felicidad para obtener la suya, entiéndelo, es capaz de quitarte la tuya por su propio bien. Duele reconocerlo, y dudo que tú lo hagas de esta manera. Algún día tal vez tú te des cuenta sólo. Pero quiero que lo entiendas, que si se atrevió a hacerlo conmigo, no dudará en hacerlo también contigo. 
Si yo fuese una mujer egoísta, te diría "Déjala. Ódiala, abandónala, ven conmigo" como ella hizo para conseguirte y hacer que me abandones, ¿recuerdas? ¿Recuerdas también cómo me sentí cuando abandonaste meses... Un año completo conmigo, para irte con ella? ¿Recuerdas cómo me decías que me amabas? ¿Recuerdas que me juraste una vida completa contigo? ¿Recuerdas que siempre dijiste que yo era la única que se quedó siempre contigo a pesar de todo? ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas todo eso? ¿O tal vez será que esa perra devoradora se comió también todos tus recuerdos conmigo? ¿Recuerdas mis "te amo"? ¿Recuerdas cuando nos dormíamos escuchando la voz del otro? ¿Lo recuerdas? No, tal vez no lo hagas.
Tal vez yo sola estoy hoy pensando en ti, mientras tú, como me han dicho, estás con ella, besandose cerca de los ríos, caminando abrazados, con la compañía del ambos. Tal vez tú estés muy feliz y yo, como siempre, soy la que está acostada en su cama y hundida en lágrimas, soportando que los recuerdos me deshagan.



  • Sabrina A. Jackson Gallagher

martes, 19 de junio de 2012

Pasar de blanco y negro al color


Edad, no me falta, pero tampoco me sobra. Las ganas de jugar nunca las perdí. Tengo tantos motivos para llorar como para reír. Sin embargo, reír es más sano y divertido. La energía se va, pero la recupero. La mirada pizpireta no nació conmigo, sino que se fue formando con los años. Para los que me conocen bien, saben que mi actual actitud positiva antes era negrura, llanto y tristeza. ¿Pero y qué? Aprendí a ignorar la tristeza, y de esa forma a superarla... No era una batalla tan difícil, ¿o sí?
Mírenme ahora. Con una sonrisa de oreja a oreja, cantando que la vida es un carnaval, con las pupilas dilatadas cada vez que empiezo a soñar con lo que va a ser algún día el mundo, y planificando mi vida, paso a paso. Aprendí a ser libre, aunque sea metida dentro de cuatro paredes.
Optimismo, paz, amor, respeto, y una mirada positiva para paralizar del miedo toda negatividad que intente desafiarme.



Sabrina A. Jackson Gallagher

domingo, 17 de junio de 2012

El valor de la salud


Ayer, día 17 de junio del 2012, todos me vieron bailar, me vieron sonreir, me vieron escribir cosas bellas y hermosas de la vida, me vieron pensar en mi hermoso futuro, me vieron jugar con mi perrita totalmente lejos de lo que era el miedo, y me vieron en santa paz conmigo misma. No porque me esté pasando nada raro, nada extravagante. Simplemente estaba feliz. Y me sentía bien. Decidí mantener esa actitud siempre. 
¿Recuerdan que una vez escribí "Creo que ser una persona sana, fue como otorgarme en bandeja de plata la llave a ser una un mundo de oportunidades, posibilidades, y a un destino incierto que yo misma iré escribiendo a través de los que serán mis largos años de vida"?
Sin embargo, hoy no amanecí así. Hoy al despertarme, sentí un horrible dolor de cabeza. Maldito dolor de cabeza, maldito malestar, maldita fiebre, maldita enfermedad. Maldita intranquilidad. Malditos nervios. Maldita ansiedad. Maldito el temblor de mis manos.
El propósito de este escrito, es que se entienda el valor de la salud. Ayer me sentía bien, estaba sana, y me dí la oportunidad de ser libre y feliz dentro de cuatro paredes, y lo hice. Repito: Estaba sana. 
Hoy planeaba hacer de mi día completo, lo mismo que fue la noche de ayer. Pero el malestar que tengo me lo impidió. Pero los ánimos los tenía. Las ganas no me faltaban, en serio. Pero intenté moverme infinita cantidad de veces, y el dolor de cabeza me lo impedía.
Tenía las ganas, tenía la energía. ¿Qué es lo que no tenía?
Mi salud. La salud es lo primordial, y aquella llave para permitirme realizar todo lo que me propongo. Por eso quiero que entiendan que ustedes son personas sanas. Aprovéchenlo. Hagan de su vida una fantasía. No desperdicies la salud que tú tienes y otros no en irte a dormir sin sueño, en pasar todo el día aburrido, o bien, permitir que te invada y bloquee la tristeza.
Si supieras... Si supiéramos cuántas personas en el mundo quieren ser felices, pero no tienen la salud para hacerlo... Hombres y mujeres ricos, pero ricos de verdad, no como esos famosos de la televisión, que tienen tanto dinero, son humildes, son buenas personas, y sin embargo no tienen la salud para hacer de su vida algo pleno y hermoso.

Si la tienes, aprovéchala.


Sabrina A. Jackson Gallagher

miércoles, 13 de junio de 2012

Aquello que mi mente silencia


La risa de los niños invade el ambiente, brilla un hermoso sol que no irrita ni quema, sopla una hermosa brisa cálida que inunda el alma y hace bailar mi cabello libremente suelto, las hojas de los árboles danzan armoniosamente, mientras las nubes blancas decoran el radiante cielo. El aroma natural del cesped termina de convertir este en un hermoso paisaje. Hoy me siento feliz y libre sin hacer mucho más que contemplar el hermoso día. Sinceramente, creo que no necesito un hombre para sentirme así siempre. Creo que con mis amigos me basta. Creo que soy capaz de llegar a la cima del monte Everest. Creo que vivir en una selva o bosque sería una hermosa idea. Creo que las cosas hermosas de la vida están en todos lados, tanto en la risa, como en las lágrimas. Creo que ser una persona sana, fue como otorgarme en bandeja de plata la llave a ser una un mundo de oportunidades, posibilidades, y a un destino incierto que yo misma iré escribiendo a través de los que serán mis largos añso de vida. Creo que soy capaz de sentarme a charlar con los astros. Podría halagar a la luna. Le diría lo bella que se ve con su vestido plateado de noche, y le recomendaría un tapado de nubes semitransparentes para que su majestuosidad sea total. Hablaría del cielo y la tierra con las estrellas danzantes. Hasta podría cantar canciones de amor con el sol.
A veces sólo acostarse en el piso y sentir las gotas de lluvia caer y besar tu piel cual enamorado, vale más que un costoso masaje. De vez en cuando, sentarte frente un árbol y observar cuidadosamente cómo sus ramas bailan con el viento, entretiene más que una complicada obra cinematográfica.
¿Has observado cuidadosamente tus manos y las cosas que son capaces de hacer? ¿Te das cuenta de que puedes ver, oir, caminar y escuchar? Hay otros que no pueden, y desconocen por completo el cantar de los pájaros que tú y yo ignoramos cada mañana, los colores del cielo por la tarde, el brillo de las estrellas en la noche, el aroma del rocío de madrugada...
Imagina que logras ser consciente de todo ello. Ahora imagina que la gente de tu entorno también lo hace. Ahora que las personas de otros países logran hacerlo. 
Ahora imagina que los países no existen, sino que somos una misma nación. Ahora piensa que todo el mundo se respeta, yque tras el respeto, llega la paz, y el planeta se cura, ya que como el respeto está ejercito, y no hay consumistas que irrespeten el planeta (sí, el consumismo es un irrespeto al planeta tierra). Piensa ahora que ocurrido esto, nace el amor entre todos los habitantes de la Tierra, a causa de que ya nadie mata, nadie lastima, nadie maltrata, y esto hizo que el miedo se extinguiera. Como no hay miedo, y reina la paz, el amor y el respeto, dejan de utilizarse las armas y estas, por falta de uso, se hacen inútiles con el tiempo.
¿Pero qué tal si un día dejamos de imaginarlo y comenzamos a protestar internamente contra nosotros mismos, con fin de que todo este sueño sea realidad?
Asomate al espejo. Verás aparecer a una persona. Él te dirá algo, pero para que lo haga, tú tienes que decirle "Tú vas a cambiar primero". Entonces verás que él a la vez, te dice algo. Escúchalo y hazle caso.

El cambio comienza en uno mismo.




Sabrina A. Jackson Gallagher 

Ten paz.

sábado, 26 de mayo de 2012

Una vez fui

Alguna vez, yo fui más de lo que soy ahora. O menos... ¿Más? ¿Menos? ¿Más qué? ¿Menos qué?
No sé. Yo sólo veo que no soy la misma que antes. Tal vez cambié para bien, y estoy usando mis capacidades mal. O tal vez sólo cambié para mal. Tal vez el mío es un cambio normal. O tal vez mi cambio es una mezcla influenciada por la edad y las cosas que me pasaron en la vida hasta hoy.
Claro, son las cinco fases. El impacto, la negación, el dolor y la tristeza, la ira, y por último la resignación.
"¡Voy a quitarte todo lo que posees!" Pienso en ello, me veo sin "mi todo", y luego me resigno a que el destino es como es y no voy a poder evitarlo, por o tanto, sólo pienso "Bueno... Fue bueno mientras duró." Jamás consideré posible evitar los movimientos del destino. Tampoco me interesa hacerlo. ¿Para qué? Creo que me estoy acostumbrando a aceptar las cosas que se cruzan por mi camino, tanto buenas como malas, así no siempre esté bien hacerlo. Ya no siento ganas de luchar por nada.
No voy a volver a mi casa, mis amigos van a seguir siendo sólo imaginarios, o tal vez son una especie de sueño que no considero real. Después de todo, ¿cuántas veces intenté forzar el destino, o atajarlo antes de que actúe? ¿Y cuántas veces funcionó?
Si no puedo sentirme cómoda en mi casa... ¿En dónde voy a hacerlo? ¿Cuándo? ¿Cómo? 
Preguntas, preguntas, preguntas... Si tan sólo Dios gustara en respondermelas... ¿Dios? ¿Cuál? "Pienso y por eso existo". Pero si Dios no piensa,  y porque no piensa no existe... ¿Quién va a aclarar mis dudas? El humano no es tan potente como para hacerlo.
Todavía recuerdo cuando las dudas no me atormentaban, y no cuestionaba cada cosa que veía, hacía, escuchaba o entendía, sino que las veía simples desde afuera.
Creo que cada quién debe tener un lugar fijo donde refugiarse, ya sea su hogar, una cama, un pensamiento, o incluso la compañía de alguna persona.
Pero todos somos estrellas. Nacemos, crecemos, nos desvanecemos, y desaparecemos tarde o temprano, aunque cueste aceptar que vida hay una sola. Después de morir, al "renacer", no recordarás tu vida pasada. Por lo tanto, dirás que no existió nunca. Por lo tanto, no. Nunca existió. No cuenta. Capacidad mental, capacidad espiritual... Pocos la poseen. O más bien, nadie lo hace.
Y si volvemos al inicio de todo esto y releemos, nos vamos a preguntar... Sabrina, ¿cuál es tu punto? Y yo la verdad que no lo sé. Sólo hablar con mi propia mente en un momento sin ocio, sin humor, sin ánimos, ni siquiera una pizca de la llamada "libertad" para poder dejar de excavar en mi mente.
Ay, Libertad... Te extraño tanto. Qué espíritu, qué espíritu... Tan perfecto, inocente e inconscientemente feliz. Felicidad es libertad y libertad es felicidad. Cuando todo se lo miraba desde lo sencillo y simple de las cosas, sin cuestionarme por qué es.

Y yo... ¿Qué soy?


Sabrina A. Jackson Gallagher

Paz.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Mi sombra

(Esta no es completamente escrita por mí. Hoy estaba en un examen de castellano, y me dieron la parte que van a ver en azul para que la continuara. Mi parte es la que está en lila.)

Mi sombra - Edgardo Malaver - Sabrina A. Jackson Gallagher

Aquella sombra es mi sombra. Va caminando detrás de otro hombre porque no me encuentra a mí. La he separado de mi cuerpo para esconderme del mundo, cuyo movimiento me hiere. La he separado de mí, para que por lo menos algo mío sea libre, para que ella busque por fuera lo que yo no hallo por dentro. Pero ella sigue buscando en otras personas algo que extraña de mí, tal vez algún camino que no le he enseñado.
Pero yo sé que mi sombra al perderse, sabrá encontrar el camino, porque ella se ocultó conmigo en las penumbras cada vez que se extinguía mi luz. Aprendió a caminar junto a mí por los caminos más oscuros, y cuando llegaba a la luz, se ocultaba detrás mío para dejarme caminar libre.
Pero esta vez mi sombra camina sin mí. Yo espero, sombra, fiel amiga y compañera de mis penas, que nuestras experiencias te ayuden a hallar el camino. Ya sabes por dónde andar y por dónde no. Ya sabes cómo no cometer errores. 
Camina con cuidado, sombra, y espero que algún día logres descansar de tu caminar, y extinguirte en la luz. Te deseo suerte, a ti, fiel amiga, compañera de mis penas.

-Edgardo Malaver-

-Sabrina A. Jackson Gallagher-

Paz.

Muerte de Rui Torres, conductor de Art Attack

En lugar de estar buscando en internet, Yahoo Respuestas, páginas con poca información y detalles poco precisos, los invito a que lean esta corta entrada, para que se aclare de una vez una muerte ocurrida en el año 2008, de la cual sólo hay muy pocos datos públicos, ni nada está comprobado o asegurado. Recuerden que esto es sólo la información que dicen los rumores. No hay página seria y de buena posición que aclare la muerte de Rutilio Torres, más conocido como Rui Torres, o como los niños y niñas desde el año 2000 hasta la actualidad lo llaman, "el chico de Art Attack".
Así es. Rui Torres, nuestro tan amado conductor del programa infantil artístico llamado Art Attack, sí falleció, y esta no es una noticia actual, pero según investigué, y hasta donde yo vi, muy pocos están enterados de la muerte de este ídolo infantil, que se recuerda hoy en día en los corazones de los que alguna vez fueron niños.


¿La razón?



Rui Torres tuvo una hija, la cual murió a los dos años por una razón desconocida, o que por lo menos los medios ocultan con recelo, ya que en estos cuatro años, las razones de la muerte de la niña siguen siendo desconocidas. Cuando se enteró de esto, Rui se hundió en una depresión que no pudo soportar y se hizo adicto a los antidepresivos. Este fue el motivo por el que su esposa lo dejó, y su depresión fue aumentando. Ingería cada vez más estos medicamentos, y al tiempo, su familia lo internó. A las dos semanas de su estadía en el hospital, se escapó y fue encontrado en las afueras de su ciudad.

Los datos de cómo terminó, no se conocen.
Rui Torres murió el 24 de febrero del 2008, por las causas mencionadas.
En su programa, Art Attack, donde los niños lo admiraban como un ídolo, fue reemplazado por Jordi Cruz, de 19 años. Más tarde, el dueño del programa, conocido como "El Manitas", Neil Buchanan, se encargó también de la conducción ante las cámaras del programa.

lunes, 7 de mayo de 2012

Edenia (Introducción)


(ATENCIÓN: Esta entrada, es tan sólo el inicio de la historia. Es la introducción. No está terminada. Lo que quiero es alguna que otra opinión acerca de ella, para ver si les gusta, y saber si la voy o no a continuar. Gracias.)



Probablemente encuentren que en esta historia, muchas cosas no coinciden con otras. Desaparezcan todo tipo de lógica de su mente para poder leerla, ya que aquí, las cosas no poseen ni mínimo grado lógico, así que no intenten buscárselo, porque no lo van a encontrar. Pero eso es lo lindo de Edenia. Nada tiene sentido, pero sigue siendo hermoso. Sólo déjense guiar por lo que es Edenia: Un bello paraíso, sin sentido, sin lógica. Eso es lo que necesita la humanidad. Dejar de hacer preguntas y disfrutar. No les pido que cambien el mundo. Sólo que se mentalicen para poder entender lo precioso y mágico de este cuento. Sientan la historia así como la sentí yo cuando la escribía.
                                                                   Muchas gracias.
                                -Sabrina A. Jackson Gallagher-
                                             Disfrútenla.

Edenia

Érase una vez, en un hermoso paraíso natural que existía mucho más allá del planeta al que llaman Tierra, una jóven con apariencia de adolescente, cuya vida estaba basada en ser libre. Aquél lugar era "inexistente". Existía pero a la vez no. Era algo tan hermosamente absurdo, que muchos debían atreverse a imaginarlo, y ninguno se atrevía a creer que era real, así sea en cualquier otra parte desconocida del infinito.
En aquella preciosa existencia, en aquél habitat paradisíaco, todo era precioso. Todo fluía. De aquél cielo lila, caía una cascada celeste, casi transparente, que llegaba a un lago lleno de sirenas del tamaño de una mariposa. La que debía ser espuma al final de la cascada, caía en forma de cristal roto de un diamante, que pronto se deshacía y formaba parte del transparente y azulado lago. Todo estaba rodeado por árboles de hojas verdes muy brillantes, que cambiaban su color cada cinco días. La grama del lugar era como pisar algodón color verde. Allí, no había nada que lastimara. Edenia tenía la piel azul celeste, y era resistente a todo. Por eso ella nunca andaba sucia. Todo se le resbalaba. No había forma de que algo la hiciera sentir mal, por lo tanto, era ciegamente feliz. No había fuerza de mala vibra que la alcanzara. Era un lugar en el que todo brillaba. Las aves y las mariposas que por allí pasaban, titilaban como luciernagas, y volaban zigzageando en el aire. Edenia se quedaba despierta algunas noches, persiguiento las titilantes mariposas e intentando atraparlas. Ella nunca tenía sueño. No sufría por hambre. Cuando dormía, era más por costumbre que por necesidad, y siempre con la viva esperanza de tener un sueño, y que algo mil veces más hermoso que la realidad en la que vivía, pasara por su mente. Este precioso mundo, quedaba demasiado lejos de lo que consideramos humanidad. 
También habían montañas, a las cuales sólo tenías que pegar un brinco para llegar a la cima, y podías tardar media hora terrestre en bajar de ella corriendo, y al final de la bajada, siempre ibas a resbalar por una superficie, e ibas a caer en espuma de colores, y sin saber ni cómo ni por qué, ibas a volver a aparecer en una cama de flores. Edenia amaba el juego de las montañas. 
En fin... Todo era maravilloso. La rutina de Edenia nunca era la misma. Habían tantas cosas para hacer, que a veces eran las ganas de seguir jugando las que no le alcanzaban. Cuando se aburría, sólo se acostaba sobre la suave grama, y miraba al cielo cambiando de colores, hasta que el color azul invadía y se mantenía fijo en el firmamento, y las estrellas salían a pasear por el cielo. El movimiento de estas, se veía como una hermosa y majestuosa danza de aquella desconocida galaxia. A veces Edenia alcanzaba a llamar a alguna de las estrellas y se sentaba a conversar con ella. Le encantaba escuchar los relatos de las señoras estelares, que le contaban sobre otros mundos, llenos de seres maravillosos, como los humanos. Algunos eran como ella, pero de otro color, y otros eran los llamados hombres, con el cuerpo más grande, el cabello corto, y sus particulares facciones. Además de los variantes colores de su piel, y ojos. Ella se sorprendía e intentaba imaginar a los increíbles humanos. Las estrellas le comentaron muchas veces que en el planeta tierra, existían las mágicas medidas de tiempo. Era una ley del planeta Tierra que Edenia nunca había entendido, ya que en su mundo, las medidas de tiempo no existían. O tal vez sí, pero ella era inconsciente de eso. Siempre supuso que era un simple cuento de los cielos. A Edenia le parecía increíble que en otra parte de la existencia, hubieran ocho mundos redondos que giraban en perfecta órbita alrededor de un sol, y que este los alumbrara con su luz. Pero otras estrellas le contaban historias de terror del espacio. Que en la galaxia, habían enormes estrellas que explotaban. Eran llamadas supernovas. Lo más hablado, eran relatos sobre el planeta tierra, así que opr un tiempo, Edenia pensaba que lo más interesante que había fuera de su mundo, era aquél hermoso planeta, pero ni siquiera estaba segura de su existencia. La señora estrella se despidió, y siguió danzando en el firmamento.



(Este NO es el fin de la historia. Comenten, opinen, y yo veré si la termino o no)

Paz.

-Sabrina A. Jackson Gallagher-