viernes, 9 de agosto de 2013

Odio a los hombres

¿Aquí habitaba yo, cuando en mi cabeza no cabían más preocupaciones? Sí, por aquí solía derramar yo mis pensamientos, dejándolos que fluyan por una vez sin miedo al "Qué dirán". Esta es mi cueva, el cofre de mis lágrimas, caja musical de mis risas, y el estuche de las alas que utilizo para volar por el cielo con los ojos abiertos, un lápiz en la mano y un cuaderno sobre las piernas.
Puesto que siempre escribo excusándome y escondiéndome detrás de distintos nombres como Nahir, Nirvana, Lucerito, Rosa, Gina, Soledad, Annie, y tantas otras que solo conocerán quienes hayan seguido hasta ahora la publicación de mis anteriores entradas, hoy me toca quitarme la máscara, y voy a escribir como yo misma, Sabrina, la ama y señora de todas aquellas historias, y todas esas hermosas señoritas a las que dí vida con un lápiz y un papel, identificándolas en detalles conmigo misma, mas nunca en totalidad. Hoy me toca hablar libremente, ser fría, ser cruel a mi manera, ponerme mi armadura literaria y batallar contra todo lo que me está pasando.


Nota importante: Esta es otra entrada de descarga personal. Si no te interesa saber sobre los problemas que agobian la mente de esta reina, expuestos en forma de relato, puedes salir de mi palacio por la entrada principal.
(Sí, cada tanto necesito parecer una persona de autoestima alta).


Tras haber pasado una semana de mucho gris y tormento, finalmente he decidido descargar mis penas con aquel oído y voz de experiencia, con mi hermana mayor cósmica, mi amiga en el canto, en el baile, en las risas y en la contención de mis tristezas. Ella no entendía cómo una pequeña reina (pero grande, en el mundo que ella misma creó a base de letras) había llegado a su casa de una hermosa salida con el prototipo de hombre perfecto, y sin haber pasado más de 15 minutos, terminar en su cama llorando. ¿Qué pudo haber pasado a lo largo (¿o corto?) de 15 minutos? Preferí entonces por una vez, depositarlo todo en alguien en quien yo creo puedo confiar (y no me equivoqué).
Habiendo terminado el relato, mi buena amiga me dijo algo que me sonó ilógico a la primera vez. Dijo que solo creara al hombre que yo siento que quiero. ¿Crearlo? ¿Tan fácil lo hace sonar? Y sí, tan fácil lo vi también cuando me contó su manera de crearlo. Escribiéndolo.
Yo he sido capaz de crear tantas vidas... Lucero, Nahir, Nirvana, David, Gustavo, Rosa, entre muchos otros... ¿Por qué no podría crear exactamente de la misma manera, aquello que yo quiero? Pues sinceramente creo que le haré caso.
Hombre perfecto, hombre perfecto... ¿Qué querré decir yo por hombre perfecto? En términos globales, la perfección es subjetiva. Pero no hablo por el resto del mundo, hablo por mí. ¿Mi hombre perfecto? Qué tarea, qué responsabilidad... Me toca crear algo demasiado bueno para mí. Siento que no merezco tal honor... Pero después de todo, estas son mis letras, todo esto es mi creación. ¡Qué impresionante, me estoy dando el gusto de complacer mi mente con fantasías maravillosas! Jamás hice algo igual. Ya he dicho que hice cosas mejores, excusándome bajo los nombres de mis personajes.
Pero en fin, veamos, hombre perfecto de Sabrina podría llamarse a aquel que primeramente comparta mis ideales, o que mínimamente los entienda y los respete. Claro, todas queremos eso. Al menos todas aquellas que somos orgullosamente pensantes y tenemos ideales que deban respetarse. Claro me encantaría que comparta mi amor por el arte en general. ¿Algo maravilloso? Que me enseñe, me ayude a culturizarme. No me gusta ser tratada por estúpida, no soy ninguna imbécil. Que procure tener eso siempre presente. No me gusta lo despectivo, ni que se crea mejor o peor que nadie/nada. 
Que sea conversador, que no corte la charla si no es por compartirme un beso. No me gustaría que fuera cerrado, ni que su actitud me haga ser cerrada con él. No quiero vergüenza, quiero un "amigo con derechos", pero de aquellos que no te hacen sufrir. Ni me gustan las formalidades, ni mucho menos las cuchiscidades (como yo las llamo), quiero ser molestada, fastidiada, quiero tener con quién reírme en serio, no de manera forzada o por educación. Quiero desear y sentirme deseada. Quiero que no consuele mis tristezas, sino que las tome y las transforme en risas hábilmente y sin faltar el respeto.
Vamos a hablar un poco más por lo profundo... Quiero ser llevada al límite de los deseos pecaminosos, quiero encontrarme en una situación carnal y sin miedo. Siendo tentada, y poder tentar, sabiendo que al día siguiente no me mirará mal. ¿Mal? ¿A qué creen que me refiera con "mal"? Esa pequeña palabra, señala el hecho de ser vista con otros ojos, como si yo hubiese perdido la inocencia de un día para el otro. No quiero vivir en un rojo constante.
¿Adulaciones? No me agradan. Me tocará hablar ahora un poco más por lo egocéntrica y soñadora de mi ser. No es que el físico supere la esencia, jamás lo hizo y jamás lo hará. No es que esto que vaya a mencionar sea esencial, y sin embargo, son grandes e importantes detalles (para mí misma, jajá).
Quiero poder tocarle el pelo largo y jugar con su barba. Quiero hablar de música, quiero arreglar siempre el próximo "¿Cuándo nos reunimos a tocar algo?", "¿Qué me vas a cantar ahora?". Sí, sí, quiero que sea guitarrista, seré sincera y directa. También sería precioso que fuera más alto que yo, para sentirme siempre protegida en alguien... O casi. También vendría bien que tarde o temprano me permita enfrentarme sola a lo que venga.
No quiero ser celosa, no quiero ser celada, no quiero tener motivos para desconfiar, ni que se desconfíe de mí.
(Si digo que no quiero ser celada, no me crean del todo. A todas nos gusta que nos celen un poco).
¿Se entiende el equilibro con el que sueño?

Ahora vamos a la parte más personal, al relato que surge de todo eso. (Si gustas, puedes dejar la lectura hasta aquí. Estás a tiempo de cerrar esta entrada).
Todo, o casi todo lo más esencial de mis sueños, hubo alguien que lo tuvo. Sí existió en mi vida aquella persona que me quería tanto como para cambiar algunas cosas, y otras no. Que me mantenía siempre activa, sorprendida, sintiéndome querida, sin sentir que vivo una relación cursi. Desgraciadamente todos conocemos aquel hecho que me marcó la vida, el pasar de un país a otro sin tener el menor ánimo de hacerlo. Poco a poco traté de olvidarlo, y pasé dos años en ese trabajo sin lograr llegar a nada más que lágrimas y una frustración que hoy día sigue vaciándose en cada palabra que escribo.
¿Saben qué es aun peor que eso? Que tras un año entero de esquivar tantas oportunidades, y tantos otros pretendientes, con intención de no volver a ser lastimada, llegara un único idiota que por fin logró empujar mi nostalgia, para él ocupar aquel preciado puesto de importancia que la misma tenía. 
Esta vez no me voy a preocupar por disimular, ya que ya hablé toda la verdad. Cada "personaje" de este relato sabe de quién hablo. Traté de ser paciente; otro gran error mío. Ser sincera es un error del que me arrepiento a veces... A veces no. A veces con el humilde es más fácil jugar.
Maravilloso parecía en el momento, parecía que nuevamente iba a poder empezar de nuevo. Mas al día siguiente, toda la magia de una noche pareció esfumarse por completo. Yo no me animaba a hablar los "sentimientos encontrados" de aquel día, pero sin embargo, ¿qué? ¿A quién iba a importarle? ¿A él? Por favor...
Pasé un tiempo viendo que sabía que nada iba a avanzar ni a retroceder. Intentaba pensar en otra cosa. Lo logré, mas todo mi esfuerzo volvió a irse por la basura en un segundo encuentro inesperado y no planeado, del cual solo resultó lo mismo: más distanciamiento.
Tras un año más tarde de haber peleado contra el fantasma de los recuerdos, el ánima de los arrepentimientos, y tantos otros, que solo me recordaban que yo tuve un amor perfecto que se arruinó por el cambio de país... finalmente volví a sentirme sola. Y no era que no tuviese pretendientes. Solo me cansaba de esquivar idiotas que no me parecían lo suficientemente parecidos a él, al primero. Mas al entender que me encontraba totalmente en soledad, y habiéndome mentido hábilmente a mí misma en un "Ya te olvidaste de él, y él de ti", tomé mi dignidad y quedé en salir con un chico con el que había empezado a hablar. Él era el paradigma de hombre con el que todas quieren estar, artista, músico, estudiante de idiomas y amante de otras culturas, hablándome de historia del arte, las etapas culturales, mitos griegos, que discutía conmigo sobre política, religión, la cultura hindú, las clases de incienso, etc. Por supuesto, yo estaba caminando a paso sumamente decidido hacia él. Teníamos la salida planeada hacía una semana ya.
Tres días antes del encuentro, peleé con ella, con mi mejor amiga. No podía venir a consolarme ni mi mejor amigo, (quien por cierto no me habla ya), ni mis hermanos, ni nadie, no. Tenía que venir a consolarme el imbécil. ¿Por qué? ¿Tiene un detector de buenos momentos para arruinar? ¿Será parte de sus actividades de ocio? (Voy a ser sincera, en realidad yo estaba feliz de que fuera él... Qué ilusa soy). Claramente me dejé hablar por él, llevar por la conversación que pasó de mis problemas a "mis problemas con él". En un momento dado de la charla, solté la verdad. Supongo que él se dio cuenta a qué verdad me estoy refiriendo ahora. No creo que tras sus actitudes, haya pasado tanto tiempo realmente sin saber quién me gusta y quién no.
Durante dos noches seguidas de ilusión renacida, dormí en paz, quizás feliz, algo confundida, y con un puñal cerca que no me fue clavado sino hasta el tercer día, en que me dí cuenta de que su mirada no decía otra cosa que "Súbete la camisa". Traté incluso de ser lo más directa posible en cuanto a lo que yo en realidad sentía, pero nada. Ni siquiera una pizca de piedad. Ni demostraba culpa o arrepentimiento, los hombres son seres extraños. Yo en su lugar no habría dormido. 
Ya con el puñal adentro, no me quedó otra que tomar los pedazos caídos de mi alma, pegarlos torpemente, secarlo de lágrimas, maquillarle un poco los ojos y tratar de que luzca lo más digno posible para salir con el chico al que iba a conocer.
Admito que la idea no me entusiasmaba. Al conocer a Mr. Perfecto, me encontré con un total caballero, de linda sonrisa, conversador, y sí, tal como esperé, un sueño de persona. Pero yo andaba abrumada, triste e insegura. Nada de eso vio él durante nuestra salida, solo encontró mi lado culto y conversador. Nuestra charla fluía sin silencios incómodos. Llegué a mi casa feliz, en paz conmigo, acosada por las preguntas de mis padres. Ignoré todo y subí a prender mi "cacharro infernal" (recordando a la amiga Anastasia Steele de 50SDG). Ahí estaba el imbécil, y de ver su nombre en verde sencillamente caí en la tristeza una vez más.
Había sido una larga semana, complicada. Mi único consuelo era que al día siguiente, uno de mis amigos de confianza iba a pasar el fin de semana conmigo. Ahí iba a relajarme y desestresarme. Pero sin embargo, él también dio por contribuir en la semana "Lastimemos a Sabrina", cancelando su visita por segunda vez. Quería matarme. O matarlo. O matarlos.
Podría ignorar las memorias del imbécil y quedarme con Mr. Perfecto, ¿pero sería lo que quiero realmente? ¿Besar a uno mientras pienso en otro? O quizás estoy a tiempo de ignorar a Mr. Perfecto para seguir sufriendo por el imbécil en silencio, pero con la consciencia tranquila y honesta, y así quedarme con absolutamente nada, y seguir aguantando mi soledad.


Al amor del recuerdo:
Sí, creo que ves que te necesito. Todavía te recuerdo, eres un profesional para empujar lágrimas, aun a distancia y sin que nos hablemos. Si te tuviera cerca nada de esto estaría pasando y los dos felices, como siempre fuimos cuando estábamos cerca. Añoro con tristeza que seas tan perfecto, y lamento a gritos mudos el seguir luchando por encontrar alguien que se te parezca siquiera. Te odio, te amo, te extraño, y te vuelvo a odiar, sin dejar de quererte.

Al imbécil:
Ni gran cosa que pueda decirte. Eres menos tonto que yo. Supongo que te diste cuenta de todo esto hacía ya mucho tiempo. La pregunta sería, ¿por qué seguiste el juego sabiendo que iba a acabar en nada? Creo que lo divertido de toda esta amargura, es que tú jamás te diste cuenta de las dudas que yo estuve atravesando por tu culpa. Yo lloraba por un lado y tú vivías en paz por otro.

A Mr. Perfecto:
Perdón. Tú no tienes culpa de nada, y creo que lo único que odio de verdad en ti, es que no hayas llegado antes para yo no volver a caer en la duda, aparte de tu hermosa tendencia a ser ladrón.

Podría decir que doy por finalizado este escrito de dos días de redacción, en donde costó encontrar palabras para no lastimar en ciertos casos, otras para lastimar mucho, otras para volverlo todo un simple pedazo más de escrito con poca importancia para el mundo, pero mucha importancia para esta reina creadora. Quién te dice que no siga creando más adelante en base a mí misma...



Nota: ¿Se han dado cuenta, por cierto, de que jamás he escrito sobre un personaje hombre? Es porque necesito mujeres que siempre tengan algo de su creadora, yo misma.

1 comentario:

  1. No se que decir... o si se...me duele tu dolor, mas de lo que imaginas....creo que en el amor uno encuentra sin buscar...o e encontrado.nada eta mal ni bien...ser fuerte, ser sensible, o todo junto....ser uno mismo esta bien...creo...al menos es honesto...y mi reina...ser honesto con uno mismo no tiene precio

    ResponderEliminar