sábado, 4 de agosto de 2012

Es que no, pero sí


Tener miedo y no saber a qué... Tener frío, y que la temperatura esté por encima de los veintisiete grados... Sentirte sola estando rodeada de decenas de personas... Querer ir a tu casa y no saber cuál es siquiera... Querer salir volando cuando el cuerpo no te da ni posibilidades de caminar fuera de tu cama... Sentir que no puedes moverte, a pesar de estar completamente sana... No creer en Dios, y sin embargo, llorar clamando que él te ayude, que alguien te ayude... Querer comer cuando no se tiene hambre... Pedir que todos se vayan y te dejen sola, cuando no hay nadie cerca... Enojarse cuando no hay nadie quien te esté alterando la calma... Pegar patadas a la pared para liberar el enojo que nadie te produjo... Intentar, con todas tus fuerzas, entablar una conversación con la nada... Sentir que nadie te quiere, cuando hay por lo menos una persona que te dice "Te amo" todos los días... Estar conversando con alguien, y aún así, sentirte aburrida... Querer correr aunque sea a un lugar en el que no haya nada, pero lo haya todo... Querer dar la vida por escapar a otro lugar, pero saber que vas a extrañar incluso las miserias que en el momento posees... Sentir que a la montaña le crecen cien metros más cada vez que estás a instantes de llegar a la cima... Sentir que algún detalle te hace bien, cuando en realidad, sólo está destruyéndote... Sentir que hay alguien vigilándote, voltear y que no haya nadie cerca... Pedir y necesitar ayuda, pero ni siquiera tener en claro por qué, para qué, y/o con qué necesitas ayuda... Sentir que te congelas, y para cuando te fijaste en un espejo, estabas sudando.
No mencioné ninguna sensación que no haya experimentado. A este punto, sólo me surge suponer que me he vuelto loca con el pasar del tiempo, de los meses, de este año... Observando a diario el mismo paisaje, que consiste en mi cama, los tocadores, una mesa de noche, algunos peluches viejos y sucios, y las paredes de mi cuarto... 
A veces parece que las paredes se comprimen, y sé que si tuvieran espinas, no habría forma de que salga viva de ahí. 
Si no siento todo cerrándose al rededor mío, escucho a las paredes hablando mal de mí y de mi vida. Recuerdo que las escuché chismoseando una mañana. Chismoseaban horrorizadas entre las cuatro, cómo me vieron retorcerme de terror en mi cama, mientras mis sueños, eran atacados por pesadillas.
Por primera vez en mi vida, estuve con mi cuaderno abierto en una página en blanco, con un lápiz en mano, durante más de dos horas, sin sentir ni la mínima chispa de inspiración. Traté de escribir mi nombre al pie de la hoja, y noté que mis manos temblaban como las de una anciana enferma. Fue entonces que me dí cuenta de que me veía imposibilitada para escribir. Fue ese día y fue durante muchas otras semanas... Cientos de ocaciones en las que no pude escribir ni una palabra entera en mis cuadernos. Pasé toda una tarde frente a mi cuaderno y no había logrado llenar ni una hoja... Ni la mitad... Ni siquiera un renglón. 
Sé bien que el encierro me hace mal, pero por alguna razón, tras tanto tiempo así, el exterior no me agrada. No estoy acostumbrada a la gente. No me acostumbro a las fiestas, ni a ver gente que no conozco. Como ya dije, perdí el hábito de la conversación. Ya no hablo con nadie. Ni siquiera yo me entiendo.
Tal vez ocurra que necesite volver a mi casa, así sea por unos días. Recuperar la seguridad en mí misma que perdí cuando me encerraron en esa enorme caja de cemento, denominada 'Mi habitación'... Volver con mis amigos, volver a recorrer mis calles, volver a sentir el ruido de los autos por la avenida, volver a merendar en la casa de mi abuela, volver a respirar los Buenos Aires, volver a saludar al esposo de la fallecida señora Teresa, volver a buscar a Michelle, volver a...
Volver a mi vida.
Si quiero, pero no. Me da miedo. Pero sí lo quiero. Aunque no estoy segura. Pero sí quiero... Aunque tal vez sea difícil...


Pero sí quiero.

Sí quiero...
Quiero...


Sabrina A. Jackson Gallagher