sábado, 21 de abril de 2012

La pequeña Marie

Esto que voy a dejarles ahora, es una reliquia muy importante para mí, y que quiero atesorar por décadas. Esto que van a leer, es el primer cuento que escribí sola y por mi propia cuenta. Más tarde, mis maestras me lo pidieron para contarlo en un evento de la escuela, y yo lo transcribí de mi pc, a un cuaderno. Lo encontré hace poco cuando revisé mi correo viejo de yahoo, y abrí el bloc de notas del mismo. Encontré muchísimas otras cosas también. Es un cuento inocente, de una niña de ocho años de edad. Espero les guste. A mí me enterneció el recuerdo.



La pequeña Marie


Había una vez una niña, llamada Marie que vivía sola sin su familia y que tenía poco dinero en su hogar. Ella era sencilla y cariñosa. Todas las noches antes de dormirse sobre su sofá, le rezaba a Dios y pensaba en su familia. Ella salía todos los días a ayudar al panadero de la esquina de su casa. El panadero la quería mucho y siempre lo ayudaba a hornear, preparar masa, pan, galletas y el panadero siempre le agradecía por hacerlo. Cuando Marie estaba enferma, se iba a la casa del panadero y el la cuidaba como una hija. Un día, Marie se enfermó gravemente y se tuvo que quedar en la casa del panadero por un tiempo. El panadero no sabía que hacer para cuidar a Marie, porque él tampoco tenía mucho dinero. El pobre panadero buscaba en la calle, pequeñas monedas para ahorrarlas en remedios de Marie. Un día el panadero tuvo que irse de viaje, dejó una nota, y se fue cuando la niña estaba dormida. Cuando Marie dormía, un ángel bajo del cielo y empezó a ver el calido corazón de Marie. El ángel vio que Marie tenía un gran corazón y le devolvió su salud. Cuando el panadero volvió, resulta que le dieron muchas joyas por ser tan buena persona. Él se dijo a si mismo: ‘’Con estas joyas compraré remedios para Marie’’. Cuando el panadero entró a su cocina, estaba todo limpio, había una deliciosa cena preparada para dos personas, y cuando entró, Marie le dio un abrazo tan grande, que los santos pensaban que uno de ellos se les había caído a la tierra. Marie agradeció miles de veces al panadero por cuidarla durante su enfermedad. El panadero le preguntó cómo se curó. Marie le dijo la verdadera historia. Un ángel había bajado del cielo y la curó. El panadero estaba tan felíz que invitó a Marie a vivir con él. Los dos se fueron a buscar las cosas de Marie y con el dinero y joyas, ayudaron a todas las familias pobres, compraron ropa para los niños y ancianos, medicamentos e hicieron un gran comedor para que los niños del pueblo pudieran comer diariamente con ellos. Esa noche, todos cenaron felices y Marie disfrutó adoptándolo como su amado papá.




                                                                   FIN 

-Sabrina A. Jackson Gallagher- 

Año 2006 - 8 Años de edad. 





Quiero dejar unas últimas aclaraciones. Éste no fue el primer cuento que escribí. Como saben que me mudé de Argentina a Venezuela, creo que perdí el cuaderno de primaria durante la mudanza. Ese sí fue el primero, y lo escribí cuando estaba en 1er grado, y tenía entre 6 y 7 años. Yo aprendí a leer a los cuatro o cinco años mas o menos. 

Espero les haya gustado. O que al menos les haya provocado ternura. 


Paz.




jueves, 19 de abril de 2012

¿Personas con Síndrome de Down?

Mi gente, voy a decirles una cosa corta. No quiero que se alteren, ni que se forme ningún tipo de pleito, ni absolutamente nada. Es MI opinión personal y la comparto con ustedes.


Chicos, enserio. Se ponen pesados con el tema de la gente con síndrome de down...

"Cállate, son personas especiales. Ellos valen más que tú." No, mis amores... ¿Saben que no? ¿Y llaman racista a quien se ríe de los chistes extremadamente ignorantes y pendejos sobre la gente que lo padece? ¿Y nosotros qué? ¿Tenemos que parecer síndrome de down para ser especiales? No. Acá nadie es más que nadie. Ni yo por no estar enferma, ni ellos por estarlos. Somos todos exactamente iguales, con los mismos derechos y los mismos sentimientos. No es que uno está más ofendido que el otro porque padeceresto. Son personas con una enfermedad.

¿PERO QUÉ PASA? Mieeeeeeeeeerda, chicos, es que lo exageran tanto...

¿Por qué le dan tanta importancia, se viven haciendo los ofendido, etc? Ellos no son estúpidos. Dejen de tenerles esa especie de lástima, como si fueran idiotas. No son idiotas. A un padeciente de síndrome de down, su familia le dice que lo ama, y él va a entenderlo. Son personas hermosas, con hermosos sentimientos, que casi no son conscientes de las cosas malas de la vida.

¿A qué voy con esto?
A que se callen. Somos todos exactamente iguales. No existe un "ellos" y "nosotros". No. Somos "todos". 

Y quiero que se acuerden... El síndrome de down es una enfermedad. No es ver a un chico y su cara, y darse cuenta. Les recuerdo que hay síntomas en el corazón, en el sistema digestivo y sistema endocrino, ¿que se deben a qué? A la presencia de un cromosoma extra en su organismo, que le da un exceso de proteínas producidas por el cromosoma de más. 
Repito: Es una enfermedad, no un aspecto físico. Dejen de ofenderlos, dejen de pensar que el síndrome de down es sólo ver a un chico con el aspecto característico de esta enfermedad y reírse O DECIR "ay, pobrecito" (así los ofenden de la misma manera, haciéndolos ver como si fueran un caso extraño), dejen de darle tanta importancia (porque a un padeciente de cáncer no le hacen esos chistes de mal gusto, a menos que lo vean sin pelo en la cabeza, como síntoma de la enfermedad, ¿o sí? ¿No? Lo supuse)

Bueno, en fin. Dejen la imbecilidad, que somos todos iguales. Yo no estoy enferma. No por eso soy más que ellos. Ellos están enfermos. No por eso valen más que yo.
Véanlo de la siguiente forma.

Imagina que hay dos personas a punto de caer por un precipicio. Una está sana y la otra tiene síndrome de down.
¿Me vas a decir que salvarías al enfermo porque su vida valía más que la de otra persona?


Piénsenlo.

Les deseo paz.


                           -Sabrina A. Jackson Gallagher-



PD: Vuelvo a recordarles que este texto fue sólo una opinión mía, en referencia a las personas que dicen que la vida de una persona con síndrome de down vale más que la vida de una persona sana, y que separan a estar personas tratándolas como si fuesen algo muy particular, y que de esa misma manera los discriminan tanto como alguien que se burla de ellos. S.A.J.G

lunes, 9 de abril de 2012

En dedicación a aquellos que me llaman "estúpida, tonta, burra" guiándose por un boletín de notas.

Primero que nada, quiero contarles la historia de este corto texto.
Hace no mucho, presenté un examen de historia universal, para el cual yo no había estudiado absolutamente nada. Ni siquiera me preocupé. Sólo dejé la hoja en blanco y ya. Pero me estaba aburriendo, y si no hacía algo, el sueño iba a a terminar de vencerme. Empecé a escribir. Había gente gritando, escándalo, y yo apenas me daba cuenta. 
Cuando terminó el examen, entregué mi hoja en blanco, con mi escrito atrás. No iban a decirme nada, ni mucho menos pensé que los profesores fueran a leerlo. Era para matar el tiempo y el aburrimiento, y de paso aclarar algunas ideas. 
Iniciaron las vacaciones de semana santa. 
Hoy, al reintegrarnos a las clases, entregaron el examen final a todos mis compañeros. Habían algunos que también dejaron la hoja en blanco, sin embargo a ellos también se los entregaron. Yo fui la única que no recibió el suyo. Ni me preocupé. Ver el examen iba a estresarme mucho, como es costumbre. No me interesaba recibirlo, de todos modos sabía que había salido mal.
Dejé pasar las horas, fui a la siguiente clase, y el profesor nos dejó la hora libre. Mientras yo estaba metida escribiendo en mi cuaderno (continuaba la segunda parte de Nahir), se me acercó el profesor, y me dijo que había leído un escrito mío que hice detrás de un examen y lo dejé impresionado y sumamente encantado. Como suelo hacer alguno que otro párrafo o frase corto detrás de la mayoría de mis exámenes, la verdad no me acordaba de cuál de todos era. Le pedí que por favor me lo recordara. Inmediatamente me acordé del texto, del día en que lo hice y el momento de aburrimiento. Agradecí por el elogio.
Al rato, me acordé de que era un lindo texto que quería guardar. Fui a hablar con mi profesora de historia. Estaba ocupada, pero pudo atenderme. Me dijo que fui la única a la que no le entregó el examen, no porque la hoja estuviese en blanco, o porque haya salido muy mal... Sino porque quería conservar el escrito que había detrás. Al parecer, ella fue la primera en leerlo, y quedó fascinada. Tanto así que lo enseñó al profesor que me dio el elogio, y a una de las subdirectoras del colegio. Según dicen, fui muy elogiada, y dijeron que me veían con mucho futuro, y como una artista nata. Yo no estaba segura... 
Le pedí que por favor me devolviera el examen para yo poder pasar el escrito, y después se lo iba a dejar como un regalo.
La profesora lo aceptó y agradeció. 
Ahora, con el escrito en mi poder, lo pasé a la computadora y lo comparto con ustedes. Gracias por leer. 



Llámenme burra.

Personalmente, nunca me llamaron la atención los conocimientos que se otorgan en una institución escolar. No me parecen importantes. No se me hacen interesantes. Son datos que puedo aprenderlos ahora, a mis catorce años, tanto como más tarde a los setenta años. Esos no son los conocimientos que me voy a llevar al otro mundo. Después de mi partida, a mí no me van a recordar por saberme la fecha exacta de las cosas y acontecimientos, ni por entender el funcionamiento de la ciencia a su 110%. Sigo pensando que una artista por naturaleza, sabrá cómo mantenerse. Pero me parece que lejos de un salón de clases, hay un mundo entero que conocer. Siempre, aun en los últimos segundos de vida, hay algo nuevo que aprender. Hay gente que ayudar. Yo no comprendo cómo la humanidad pretende comprender cosas celestiales, cuando todavía no entienden a la perfección las terrenales. Tampoco comprendo cómo a los padres les importa más que sus hijos aprueben de taquito todos los examenes, más de lo que les interesa si tienen valores y son buenas personas. La sabiduría no se mide por las notas de examenes. Yo no trato de ser alguien especial, ya que eso no me haría serlo. Después de todo, si todos somos especiales, nadie lo es. Si lo tienes todo, en realidad no tienes nada. Cuando todo está bien, todo está mal. Y es que es así. Siempre nos esforzaremos en conseguir algo. Dejaremos días, noches de sueño y todas tus fuerzas en eso, y cuando lleguemos a lo que esperábamos conseguir, nos daremos cuenta de que ya no vale nada. Lo tuvimos, lo disfrutamos y después no sabemos qué hacer. Aburridos de haber dejado tu ser en aquél esfuerzo por conseguirlo, te pones a pensar y te puedes dar cuenta de que durante la escalada hacia la cima, te caíste, te lastimaste pero sobreviviste y aprendiste mucho. O puedes darte cuenta de que realmente no querías lo que tanto buscaste. Pero comienzas con otro objetivo, y así escalas, escalas, te caes, te levantas, sobrevives y al final de todo, te das cuenta de que tus recompensas no son lo que conservaste, sino todo lo que aprendiste en el proceso. Y serás recordado por ello. Te irás con la conciencia limpia y el corazón calmado, y además el cerebro repleto de aprendizajes y recuerdos. Tu alma vivió. Después de eso, te invadirá la libertad. Y la libertad es equivalente a felicidad. Si no eres libre, no eres feliz, y si no eres feliz, no eres libre. 
Mantente en blanco. Concentrate en aprender y no en la recompensa que recibas de eso. Siempre duda de lo que sabes. No te fíes de tus conocimientos, ni mantengas una ideología fija. Amplíate, crece. Y por sobre todo eso, sé feliz
Ten paz.


                               -Sabrina A. Jackson Gallagher-

                   The White Rose




¡GRACIAS por llegar al final! 
Espero les haya gustado, lo hayan disfrutado y si aporté algo nuevo a sus mentes, soy feliz.

Tengan paz.



-Sabrina A. Jackson Gallagher-