miércoles, 18 de diciembre de 2013

El arte del Superior

Érase una vez, un cuento que nunca se escribió. Era el más mágico relato, de sofisticadas palabras, escritas con anciana caligrafía, trazada con la estela que titilaba en el firmamento. Nunca nadie lo leyó, puesto que era un lenguaje mucho más sencillo y directo de lo que la humanidad era capaz de comprender. La mano superior que trazó aquella obra, esperaba con enfermizas ansias que naciera alguien con tanta inocencia como para comprender aquel arte, siempre paciente.
Aun habiendo pasado miles de millones de años, los únicos lectores que intentaron descifrar aquel dilema, tan solo lograban cubrirlo de otros miles de dilemas más, escondiéndolo detrás de complejas definiciones científicas que solo ocasionaban más y más dudas. Así fue como, con el pasar del tiempo terrestre, el ser humano se olvidó de la simplicidad de una estrella brillando y su majestuosidad.

domingo, 27 de octubre de 2013

Donde la divinidad y la ciencia se toman de la mano

A fin de cuenta y como somos humanos, está en nuestra esencia ser inconformes, de modo que, tras tantas teorías, siempre nos conformamos con una para luego de mucho tiempo, volver a modificarla. Y como yo también soy humana, una vez más me puse la túnica del clásico filósofo del 400 - 300 a.C, y volví a revivir este tema maravilloso que a todos apasiona; tema que, como quien dice, "desde cierto punto de vista, es una eterna guerra entre lo que se cree, y lo que se sabe".

Observemos un ejemplo sencillo, previo a la idea principal:
¿Qué puede ocasionarte angustia? ¿Te has hecho esa pregunta? La angustia es ocasionada por factores energéticos, emocionales. De modo que podemos afirmar que, ciertamente, la angustia es una "enfermedad energética". Y a su vez, la angustia, a nivel físico, ocasiona dolores de cabeza, así como el estrés (dolor energético) ocasiona dolores de espalda, de la misma manera que esta clase de enfermedades energéticas se transforman en cáncer que ataca algún órgano. Frenemos a revisar entonces qué fue exactamente lo que ocurrió ahí. Una angustia te trajo dolor de cabeza, es decir, algo que era energía pasó inesperadamente a reaccionar en el plano físico.

De energía, a materia.

Entonces, yendo al punto, ¿qué ocurrió en un principio? ¿A quién le damos la razón, a la ciencia o a la creencia divina? ¿Por qué las pongo como si fueran algo separado, haciéndolas quedar como contrarias? 
La teoría científica más nombrada y renombrada, es la del big-bang, que explica cómo en un principio, se encontraban partículas concentradas en medio de un pequeño espacio, y se comprimieron tanto que explotaron, dandorigen al Universo. Mas las preguntas muy momentáneas que todos se hacen sin saber responder, o probablemente sin atreverse a cuestionar a la ciencia es, ¿qué había antes de aquellas partículas? ¿Cómo apareció esa "nada" en la que las partículas se encontraban? ¿Qué era realmente esa nada? ¿Cómo llegaron ahí esas partículas? ¿Qué las movió? Lamentablemente, el humano va a vivir eternamente enfrascado en esa duda quizás científica, quizás filosófica, ya que cada objeto físico, cada partícula, cada molécula, tiene un antes. Todo lo que es materia, viene de alguna otra cosa, que también es materia. Así como una silla viene de la madera, la madera viene del árbol, el árbol de una semilla plantada en tierra fértil y muchos más eslabones que vienen detrás.
Así dentro de unos años quizás salga una nueva teoría científica que explique qué había antes de las moléculas que originaron el big-bang. Pero el hombre volverá a preguntarse, ¿y antes de eso, qué, cómo y por qué? Por lo tanto muchos años después seguirán saliendo teorías, pero la mente humana vivirá buscándole más y más por qués, puesto que tras cada respuesta, vienen más preguntas.

De tal modo que la teoría divina, suena mucho menos destartalada que la científica, tal que esta afirma la existencia de algo eterno, que es pura esencia, que siempre estuvo y que siempre está, a lo que, solo por ponerle un nombre, podemos llamar Dios.
Es ahí el punto exacto en el que descubrimos que la ciencia y la religión llegaron tomadas de la mano, mucho antes de que evolucionen miles de teorías y nosotros mismos las separemos
Nunca vamos a llegar a ningún lado, si seguimos buscando más atrás de las moléculas, y más atrás de aquello, y más y más atrás, puesto que ahí ocurrió lo mismo que con la angustia; algo energético se convirtió en materia. Una energía alimentada, se convirtió en las primeras moléculas.
Por eso hoy día, millones de personas estamos aprendiendo a manejar ese poder de "alimentación" de la energía, aprendiendo a traer nuestro pensamiento al plano físico, y en eso consta el proceso creativo que vivimos día a día, a veces inconscientemente de que ocurre, de que todo lo que está es creación nuestra. En eso se basa la profundidad de la frase "Crea tu propia realidad", y ese es el origen de todo este juego de vida y de mente humana, eternamente inconforme.

viernes, 9 de agosto de 2013

Odio a los hombres

¿Aquí habitaba yo, cuando en mi cabeza no cabían más preocupaciones? Sí, por aquí solía derramar yo mis pensamientos, dejándolos que fluyan por una vez sin miedo al "Qué dirán". Esta es mi cueva, el cofre de mis lágrimas, caja musical de mis risas, y el estuche de las alas que utilizo para volar por el cielo con los ojos abiertos, un lápiz en la mano y un cuaderno sobre las piernas.
Puesto que siempre escribo excusándome y escondiéndome detrás de distintos nombres como Nahir, Nirvana, Lucerito, Rosa, Gina, Soledad, Annie, y tantas otras que solo conocerán quienes hayan seguido hasta ahora la publicación de mis anteriores entradas, hoy me toca quitarme la máscara, y voy a escribir como yo misma, Sabrina, la ama y señora de todas aquellas historias, y todas esas hermosas señoritas a las que dí vida con un lápiz y un papel, identificándolas en detalles conmigo misma, mas nunca en totalidad. Hoy me toca hablar libremente, ser fría, ser cruel a mi manera, ponerme mi armadura literaria y batallar contra todo lo que me está pasando.


Nota importante: Esta es otra entrada de descarga personal. Si no te interesa saber sobre los problemas que agobian la mente de esta reina, expuestos en forma de relato, puedes salir de mi palacio por la entrada principal.
(Sí, cada tanto necesito parecer una persona de autoestima alta).


Tras haber pasado una semana de mucho gris y tormento, finalmente he decidido descargar mis penas con aquel oído y voz de experiencia, con mi hermana mayor cósmica, mi amiga en el canto, en el baile, en las risas y en la contención de mis tristezas. Ella no entendía cómo una pequeña reina (pero grande, en el mundo que ella misma creó a base de letras) había llegado a su casa de una hermosa salida con el prototipo de hombre perfecto, y sin haber pasado más de 15 minutos, terminar en su cama llorando. ¿Qué pudo haber pasado a lo largo (¿o corto?) de 15 minutos? Preferí entonces por una vez, depositarlo todo en alguien en quien yo creo puedo confiar (y no me equivoqué).
Habiendo terminado el relato, mi buena amiga me dijo algo que me sonó ilógico a la primera vez. Dijo que solo creara al hombre que yo siento que quiero. ¿Crearlo? ¿Tan fácil lo hace sonar? Y sí, tan fácil lo vi también cuando me contó su manera de crearlo. Escribiéndolo.
Yo he sido capaz de crear tantas vidas... Lucero, Nahir, Nirvana, David, Gustavo, Rosa, entre muchos otros... ¿Por qué no podría crear exactamente de la misma manera, aquello que yo quiero? Pues sinceramente creo que le haré caso.
Hombre perfecto, hombre perfecto... ¿Qué querré decir yo por hombre perfecto? En términos globales, la perfección es subjetiva. Pero no hablo por el resto del mundo, hablo por mí. ¿Mi hombre perfecto? Qué tarea, qué responsabilidad... Me toca crear algo demasiado bueno para mí. Siento que no merezco tal honor... Pero después de todo, estas son mis letras, todo esto es mi creación. ¡Qué impresionante, me estoy dando el gusto de complacer mi mente con fantasías maravillosas! Jamás hice algo igual. Ya he dicho que hice cosas mejores, excusándome bajo los nombres de mis personajes.
Pero en fin, veamos, hombre perfecto de Sabrina podría llamarse a aquel que primeramente comparta mis ideales, o que mínimamente los entienda y los respete. Claro, todas queremos eso. Al menos todas aquellas que somos orgullosamente pensantes y tenemos ideales que deban respetarse. Claro me encantaría que comparta mi amor por el arte en general. ¿Algo maravilloso? Que me enseñe, me ayude a culturizarme. No me gusta ser tratada por estúpida, no soy ninguna imbécil. Que procure tener eso siempre presente. No me gusta lo despectivo, ni que se crea mejor o peor que nadie/nada. 
Que sea conversador, que no corte la charla si no es por compartirme un beso. No me gustaría que fuera cerrado, ni que su actitud me haga ser cerrada con él. No quiero vergüenza, quiero un "amigo con derechos", pero de aquellos que no te hacen sufrir. Ni me gustan las formalidades, ni mucho menos las cuchiscidades (como yo las llamo), quiero ser molestada, fastidiada, quiero tener con quién reírme en serio, no de manera forzada o por educación. Quiero desear y sentirme deseada. Quiero que no consuele mis tristezas, sino que las tome y las transforme en risas hábilmente y sin faltar el respeto.
Vamos a hablar un poco más por lo profundo... Quiero ser llevada al límite de los deseos pecaminosos, quiero encontrarme en una situación carnal y sin miedo. Siendo tentada, y poder tentar, sabiendo que al día siguiente no me mirará mal. ¿Mal? ¿A qué creen que me refiera con "mal"? Esa pequeña palabra, señala el hecho de ser vista con otros ojos, como si yo hubiese perdido la inocencia de un día para el otro. No quiero vivir en un rojo constante.
¿Adulaciones? No me agradan. Me tocará hablar ahora un poco más por lo egocéntrica y soñadora de mi ser. No es que el físico supere la esencia, jamás lo hizo y jamás lo hará. No es que esto que vaya a mencionar sea esencial, y sin embargo, son grandes e importantes detalles (para mí misma, jajá).
Quiero poder tocarle el pelo largo y jugar con su barba. Quiero hablar de música, quiero arreglar siempre el próximo "¿Cuándo nos reunimos a tocar algo?", "¿Qué me vas a cantar ahora?". Sí, sí, quiero que sea guitarrista, seré sincera y directa. También sería precioso que fuera más alto que yo, para sentirme siempre protegida en alguien... O casi. También vendría bien que tarde o temprano me permita enfrentarme sola a lo que venga.
No quiero ser celosa, no quiero ser celada, no quiero tener motivos para desconfiar, ni que se desconfíe de mí.
(Si digo que no quiero ser celada, no me crean del todo. A todas nos gusta que nos celen un poco).
¿Se entiende el equilibro con el que sueño?

Ahora vamos a la parte más personal, al relato que surge de todo eso. (Si gustas, puedes dejar la lectura hasta aquí. Estás a tiempo de cerrar esta entrada).
Todo, o casi todo lo más esencial de mis sueños, hubo alguien que lo tuvo. Sí existió en mi vida aquella persona que me quería tanto como para cambiar algunas cosas, y otras no. Que me mantenía siempre activa, sorprendida, sintiéndome querida, sin sentir que vivo una relación cursi. Desgraciadamente todos conocemos aquel hecho que me marcó la vida, el pasar de un país a otro sin tener el menor ánimo de hacerlo. Poco a poco traté de olvidarlo, y pasé dos años en ese trabajo sin lograr llegar a nada más que lágrimas y una frustración que hoy día sigue vaciándose en cada palabra que escribo.
¿Saben qué es aun peor que eso? Que tras un año entero de esquivar tantas oportunidades, y tantos otros pretendientes, con intención de no volver a ser lastimada, llegara un único idiota que por fin logró empujar mi nostalgia, para él ocupar aquel preciado puesto de importancia que la misma tenía. 
Esta vez no me voy a preocupar por disimular, ya que ya hablé toda la verdad. Cada "personaje" de este relato sabe de quién hablo. Traté de ser paciente; otro gran error mío. Ser sincera es un error del que me arrepiento a veces... A veces no. A veces con el humilde es más fácil jugar.
Maravilloso parecía en el momento, parecía que nuevamente iba a poder empezar de nuevo. Mas al día siguiente, toda la magia de una noche pareció esfumarse por completo. Yo no me animaba a hablar los "sentimientos encontrados" de aquel día, pero sin embargo, ¿qué? ¿A quién iba a importarle? ¿A él? Por favor...
Pasé un tiempo viendo que sabía que nada iba a avanzar ni a retroceder. Intentaba pensar en otra cosa. Lo logré, mas todo mi esfuerzo volvió a irse por la basura en un segundo encuentro inesperado y no planeado, del cual solo resultó lo mismo: más distanciamiento.
Tras un año más tarde de haber peleado contra el fantasma de los recuerdos, el ánima de los arrepentimientos, y tantos otros, que solo me recordaban que yo tuve un amor perfecto que se arruinó por el cambio de país... finalmente volví a sentirme sola. Y no era que no tuviese pretendientes. Solo me cansaba de esquivar idiotas que no me parecían lo suficientemente parecidos a él, al primero. Mas al entender que me encontraba totalmente en soledad, y habiéndome mentido hábilmente a mí misma en un "Ya te olvidaste de él, y él de ti", tomé mi dignidad y quedé en salir con un chico con el que había empezado a hablar. Él era el paradigma de hombre con el que todas quieren estar, artista, músico, estudiante de idiomas y amante de otras culturas, hablándome de historia del arte, las etapas culturales, mitos griegos, que discutía conmigo sobre política, religión, la cultura hindú, las clases de incienso, etc. Por supuesto, yo estaba caminando a paso sumamente decidido hacia él. Teníamos la salida planeada hacía una semana ya.
Tres días antes del encuentro, peleé con ella, con mi mejor amiga. No podía venir a consolarme ni mi mejor amigo, (quien por cierto no me habla ya), ni mis hermanos, ni nadie, no. Tenía que venir a consolarme el imbécil. ¿Por qué? ¿Tiene un detector de buenos momentos para arruinar? ¿Será parte de sus actividades de ocio? (Voy a ser sincera, en realidad yo estaba feliz de que fuera él... Qué ilusa soy). Claramente me dejé hablar por él, llevar por la conversación que pasó de mis problemas a "mis problemas con él". En un momento dado de la charla, solté la verdad. Supongo que él se dio cuenta a qué verdad me estoy refiriendo ahora. No creo que tras sus actitudes, haya pasado tanto tiempo realmente sin saber quién me gusta y quién no.
Durante dos noches seguidas de ilusión renacida, dormí en paz, quizás feliz, algo confundida, y con un puñal cerca que no me fue clavado sino hasta el tercer día, en que me dí cuenta de que su mirada no decía otra cosa que "Súbete la camisa". Traté incluso de ser lo más directa posible en cuanto a lo que yo en realidad sentía, pero nada. Ni siquiera una pizca de piedad. Ni demostraba culpa o arrepentimiento, los hombres son seres extraños. Yo en su lugar no habría dormido. 
Ya con el puñal adentro, no me quedó otra que tomar los pedazos caídos de mi alma, pegarlos torpemente, secarlo de lágrimas, maquillarle un poco los ojos y tratar de que luzca lo más digno posible para salir con el chico al que iba a conocer.
Admito que la idea no me entusiasmaba. Al conocer a Mr. Perfecto, me encontré con un total caballero, de linda sonrisa, conversador, y sí, tal como esperé, un sueño de persona. Pero yo andaba abrumada, triste e insegura. Nada de eso vio él durante nuestra salida, solo encontró mi lado culto y conversador. Nuestra charla fluía sin silencios incómodos. Llegué a mi casa feliz, en paz conmigo, acosada por las preguntas de mis padres. Ignoré todo y subí a prender mi "cacharro infernal" (recordando a la amiga Anastasia Steele de 50SDG). Ahí estaba el imbécil, y de ver su nombre en verde sencillamente caí en la tristeza una vez más.
Había sido una larga semana, complicada. Mi único consuelo era que al día siguiente, uno de mis amigos de confianza iba a pasar el fin de semana conmigo. Ahí iba a relajarme y desestresarme. Pero sin embargo, él también dio por contribuir en la semana "Lastimemos a Sabrina", cancelando su visita por segunda vez. Quería matarme. O matarlo. O matarlos.
Podría ignorar las memorias del imbécil y quedarme con Mr. Perfecto, ¿pero sería lo que quiero realmente? ¿Besar a uno mientras pienso en otro? O quizás estoy a tiempo de ignorar a Mr. Perfecto para seguir sufriendo por el imbécil en silencio, pero con la consciencia tranquila y honesta, y así quedarme con absolutamente nada, y seguir aguantando mi soledad.


Al amor del recuerdo:
Sí, creo que ves que te necesito. Todavía te recuerdo, eres un profesional para empujar lágrimas, aun a distancia y sin que nos hablemos. Si te tuviera cerca nada de esto estaría pasando y los dos felices, como siempre fuimos cuando estábamos cerca. Añoro con tristeza que seas tan perfecto, y lamento a gritos mudos el seguir luchando por encontrar alguien que se te parezca siquiera. Te odio, te amo, te extraño, y te vuelvo a odiar, sin dejar de quererte.

Al imbécil:
Ni gran cosa que pueda decirte. Eres menos tonto que yo. Supongo que te diste cuenta de todo esto hacía ya mucho tiempo. La pregunta sería, ¿por qué seguiste el juego sabiendo que iba a acabar en nada? Creo que lo divertido de toda esta amargura, es que tú jamás te diste cuenta de las dudas que yo estuve atravesando por tu culpa. Yo lloraba por un lado y tú vivías en paz por otro.

A Mr. Perfecto:
Perdón. Tú no tienes culpa de nada, y creo que lo único que odio de verdad en ti, es que no hayas llegado antes para yo no volver a caer en la duda, aparte de tu hermosa tendencia a ser ladrón.

Podría decir que doy por finalizado este escrito de dos días de redacción, en donde costó encontrar palabras para no lastimar en ciertos casos, otras para lastimar mucho, otras para volverlo todo un simple pedazo más de escrito con poca importancia para el mundo, pero mucha importancia para esta reina creadora. Quién te dice que no siga creando más adelante en base a mí misma...



Nota: ¿Se han dado cuenta, por cierto, de que jamás he escrito sobre un personaje hombre? Es porque necesito mujeres que siempre tengan algo de su creadora, yo misma.

lunes, 20 de mayo de 2013

El holocausto


Nada se sabe de ellos. Nunca llegaron a unirse en sagrado matrimonio, ni se conocían detalles de su relación. Era extraño, no se sabía cuánto tiempo llevaban juntos. Pero estaban juntos cuando yo nací... También cuando nacieron mis padres. Incluso cuando mis difuntos abuelos nacieron. Eran como inmortales, eternos. Un amor misterioso, tanto así que provocaba cierta sensación de peligro, a tal punto que nadie se atrevía a indagar en ellos y sus rarezas.
Ella era un aveluz y él un fenix en eterno renacer. Cuentan las harpías del bosque que se incendió, que los habían visto por última vez la misma noche del holocausto. Era una noche normal y aun quedaban las hadas de la noche cerrando flores, rociando hojas y durmiendo criaturas. Entonces los vieron pasar, saltando troncos, pisando charcos, sin miedo ni asco. Iban descalzos, con poca ropa y agarrados de las manos. Ambos estaban envueltos en un halo de luces coloridas, como convertidos en dos estrellas terrestres que iban levitando sobre el suelo. Caminaron y caminaron, y no se sabe qué tan lejos llegaron, pues las harpías que los seguían, los perdieron de vista, y de las dos que continuaron, nada se sabe. Se cree que murieron en el incendio.
Los árboles tienen una indigna fama de mentirosos, y sin embargo afirman con toda seguridad haberlo visto todo, desde la desaparición de los enamorados hasta el inicio del infierno en que se sumió el bosque. Siendo así, acusan a los enamorados de ser los causantes del incendio. Todo habría empezado por un roce, una caricia, un beso, un susurro. Manos iban y venían, y los besos no se detenían. Vivían en un eterno frenesí, el ataque de la pasión, el juego de las pieles. Por ahí comenzó a sentirse el inmenso calor en todo el bosque, pues la esencia todo lo inundaba. Era la piel de uno ardiendo bajo la del otro. Cuando se introdujeron el uno en el otro, un susurro despertó una chispa. El calor seguía aumentando y las chispas continuaban brotando por todos lados. Pronto una llama pequeña atrapó plantas, árboles, cubrió las rocas y fue alcanzando todos los rincones. Muchos seres escaparon, otros abandonaron la vida y partieron a lugares mejores, seguros.

De los amantes jamás hubo noticias. Tampoco de las harpías curiosas, los alkonost no saben nada. La historia contada por los árboles recorre los rincones del mundo como un mito sin develar. 

domingo, 5 de mayo de 2013

Paredes

Nosotras estamos destinadas a esto. Somos construidas y creadas siempre de la misma forma; nos hacen altas, rectas, largas, firmes, lisas. No nos podemos quejar, pues ni boca, voz o corazón poseemos. Esta es nuestra condena, nuestro servicio, el estar por siempre de pie, observando por un lado el mundo que nos rodea, tan cerca y tan lejos, y por el otro lado escuchar aquello que nadie más escucha. Lo sentimos todo, queramos o no. No tenemos elección. Admiramos la belleza del exterior sin siquiera poder dar un paso hacia ella. No respiramos el frescor del aire, no dirigimos la mirada al cielo, y sin embargo, protegemos a los seres que no desean hacerlo, aun teniendo la posibilidad. Así y todo, todos se esconden tras nosotras. El ser humano se oculta en nuestro interior, para que lo protejamos del calor, del frío, de la nieve, de la lluvia, de modo tal que protegemos las posesiones del hombre, resignadas a la rígida tarea que nos toca. Mas sin embargo, nos entregamos con amor a la noble función que se nos asigna, pues para eso las materialistas manos humanas nos traen a este mundo.

martes, 23 de abril de 2013

"Rosas Blancas"


Realmente no sé cómo empezar, puesto que se extinguió de mi memoria todo lo que pasó antes de verla. Solo sé que estaba dialogando con un amigo en mi habitación. Mi mamá no estaba en casa. Solo yo, mi amigo y una muy amplia conversación nada interesante.
Mis recuerdos comienzan en el instante en que escuché el timbre sonar. Le dije a mi amigo que esperara ahí y yo bajé las escaleras sintiéndome, por alguna razón, más blanco por dentro que nunca. Salí al garage; el perro estorbaba pero pronto se alejó. Abrí la puerta de entrada en el gran portón negro, para encontrarme con nada fuera de lo normal en la calle. No había nada extraño en lo que a lo físico se refiere, pero no lograba explicarme aquel extraño pero dulce y placentero aroma a rosas, uno que no sentía desde hacían ya dos años, desde la última vez que la vi a ella. Preguntándome quién habría tocado el timbre, estuve cerca de cerrar la puerta, hasta que me llamó la atención el repentino silencio en que se sumió todo. Pronto me asusté al observar cómo del cielo caían destellos luminosos rosados. El olor a rosas se intensificó. 
En ese momento, tenía miedo pero la curiosidad podía más, al ver una pequeña ráfaga de viento que levantaba una nube de polvo blanco en la que se fue moldeando una figura femenina, de piernas maravillosas, firmes y un cuerpo que ya conocía de algún lado. Tenía sandalias y las uñas de los pies pintadas de blanco. Se fue formando la cadera, cintura, los hermosos pechos. El cuello, así como las piernas, parecían hechas del más fino y exquisito marfil pulido. El pelo le cruzaba rebelde de un lado al otro como un torrente que caía detrás de la espalda, sobre sus hombros, y bailaba al compás del viento. Era como ver una aparición fantasma, pero tan pura y hermosa que costaba temerle. En su cara aparecieron los labios rosados, nariz redondeada y los ojos profundamente castaños. Entonces la reconocí, cubierta por un halo. 
Se esfumó el polvo que la esculpía. El perfume silvestre se mantuvo. Quizás le tuve algo de miedo, pues se lucía tan majestuosa y yo tan pequeño, que quizás haya querido aparecer ahí para vengarse de todo el mal que le hice. Pero sus ojos no mostraban la menor fibra de odio. Se veía como un hada mágica, creí estar soñando. 
-Hola. -me atreví a decirle. Ella levantó las cejas con su característica simpatía, asomó una sonrisa y dijo "Hola". Nos saludamos de mejilla. Al tocar la suya, sentí una frescura agradable, y para cuando me dí cuenta, estaba congelado, inmóvil, inclinado hacia adelante. Ella me observaba, memorizando los detalles de mi cara, aprovechaba el instante. Sentí pánico, pensé que se aprovecharía de mi inmovilidad y me lastimaría. Sin embargo, no. Acarició mi pelo, jugó con él a su gusto y me acariciaba la cara, tal y como lo hacía cuando yo me acostaba en sus piernas buscando mimos. Me tocó los labios con la yema de los dedos. Sentí una vez más el antigüo deseo que le tenía a su piel suave, le quise besar los dedos, pero yo estaba completamente congelado. Acercó su cara, me respiró cerca del cuello. El sudor corría por mi cara con desespero, la deseaba tanto... Entonces la sentí respirando frente a mí. Pronto sus labios se posaron en los míos. Sentí el sonido de un arpa cantando. Entonces alejó los labios y volvió a mirarme. Pero ella sentía el mismo calor que yo por dentro. No resistió a volver a besarme, con esos besos que solo ella sabe dar, tan delicados, sentidos. Fue un instante que duró una eternidad mientras ocurría, y lo que dura una respiración cuando intento recordarlo. Aun tengo grabada en mi memoria su apariencia radiante, gloriosa, infinita, inmensa.
Finalizó el beso con otro beso en la mejilla. Ella sacó un abanico rosado a flores, se abanicó un momento, y al guardarlo, comenzó a soplar una bella brisa veraniega. Acto seguido, me dí cuenta de que jamás estuve congelado. No sé qué me ocurrió mientras la veía deshacerse y caer al piso en forma de polvos rosados y blancos. El aroma a flores silvestres no se fue. iré a todos lados, no había rastro de ella. Simplemente me resigné a recoger del suelo de la vereda, aquel montón de polvo y hojas secas de oro que tenían encima una rosa blanca con tres espinas.



-Old White Rose

domingo, 17 de marzo de 2013

¡Mami, tengo hambre!

-Mami, tengo hambre. -decía Gina, de seis años. Y mamá no sabía qué hacer. -Mami, tengo hambre. -Y mamá angustiada, revisó cada rincón de su pequeña morada. Ni una migaja de pan. -Mami, me duele la barriga, tengo hambre.  -decía Gina abrazándose la barriga.
Casi en lágrimas, mamá miró a su niña a los ojos y salió por la puerta apresurada. Corrió entonces por el camino de barro, espiando disimulada los jardines vecinos, hasta que por fin dio con lo que buscaba. Entró a aquella casa de fondo desprotegido, y asaltó el gallinero, con supremo sigilo.
Volvió a pie a casa con un huevo pequeño de gallina protegido entre sus manos. No encontró a Gina, porque ella se había acostado en su cuarto tratando de olvidar el hambre. Se encerró en la cocina, lavó las dos varas mágicas a las que muchos llaman manos y las puso a la obra. 
"¡Hijita, ven a comer!" llamó mamá mientras se secaba las manos con el repasador. Gina entró a la pequeña cocina y encontró sobre la mesa un enorme banquete, que incluía codornices asadas, chorizos norteños, caldos de res, un mondongo con olor a gloria, tajadas de plátano frito, tortas de dulces americanos, y demás delicias, acompañadas por batidos de frutas para beber. ¿Pero de dónde había salido todo eso, si en casa no había nada? "¡Mi mamá es mágica!" repetía Gina en su cabeza.
Luego de semejante banquete que la niña no logró acabar, se acostó con el estómago a reventar, y se quedó dormida. Pero despertó a las seis bañada en el sudor de la calurosa tarde de aquella zona, y mareada llamó a mamá. "¡Mami, me siento mal!". Y mamá acudió apurada. Le cambió la ropa por algo seco para que estuviera más cómoda, pero aun aquello no conseguía aliviar su malestar. "Me duele mucho la cabeza, mami". Y mamá sonrió. Sin hacer más que posar la mano sobre la cabeza de Gina, entonó "Arrorró mi Gina, arrorró mi amor, arrorró cielito que me bajo Dios. Este gran secreto yo le cuento a usted: que la niña que amo me ama también. Viste de princesa, camina con fe. Tiene una sonrisa como hecha a pincel."
Y así sin pasar más de diez segundos, Gina volvió a estar estable, fresca y con mucha energía. "Mamá, ¿cómo hiciste eso?" preguntó la pequeña sorprendida, y mamá rio. "Las mamás tenemos super poderes" contestó ella entre risas traviesas. Más tarde cenaron lo que había sobrado del almuerzo, y se fueron a dormir. 
Gina se durmió y a las cuatro de la mañana lloraba asustada, aterrada por aquel sueño que tuvo, en el que vio a su padre volver a la casa con un arma. Mamá nuevamente acudió con su rostro de paz a acariciarle la frente y secar las lágrimas, y entre cuentos de gatitos y ratones traviesos, Gina volvió a dormirse y al día siguiente no recordó nada de lo ocurrido por la madrugada.
Apenas despertó a la mañana siguiente, dibujó a su mamá vestida de rosado, con una corona y una brillante varita mágica en sus manos. "Mamá, mamá, ¿puedes escribir aquí 'Mi mamá es un hada mágica'?" Y así mamá lo hizo, sonriendo. 

domingo, 3 de marzo de 2013

Ángel terrenal


No podemos decir que Lucero era la joven más bella del mundo, qué va. Ni la más aplicada tampoco. Y no se nos ocurra hablar de su forma de ser, no. No quiero llenarme la boca con críticas, ni infectar mi amado bolígrafo, o provocarme una inspiración maligna a causa de las mismas. Pero ¡Dios mío! Qué señorita con tantas fallas.
¿Pero qué había en ella? ¿Cómo su encanto de hada enmudecía la habladuría de la multitud que dejaba atrás al pasar? Quién sabe... Pero se la observaba siendo criticada por cosas que ella ignoraba que hacía, o bien, cosas a las que le daba poca importancia. Mientras muchos la veían pasar, tildándola de antipática, antisocial, soberbia, despreocupada e irresponsable, sólo una persona entendía su blanca esencia, aburrida, levitante, inconsciente. Deslizábase rozando muros, como flotando a centímetros del piso, como si caminara entre nubes, como si danzara con un fantasma enamorado, como si estuviese pero no lo estuviese. Como la presencia ausente. Como el canto mudo, o el susurro de Dios.
Cantaba en voz alta olvidándose de que estaba en público. La gente se le quedaba viendo, deleitados pero indignados al ver que ella no notaba la gloria que salía de su garganta, y que se mantenía con la vista perdida por algún punto desconocido del techo. 
Dentro de su casa era un fantasma de corredor. La buscaban en su cuarto para descubrir que ella no estaba allí, y se encontraban así con el caos de la habitación. La guitarra con todo y funda durmiendo en la cama, el teclado encendido, libros por todos lados, una incontable cantidad de cuadernos a medio escribir, rodeados de lápices por donde se mire. Allí no estaba Lucerito. Entonces había que buscarla en el segundo posible lugar en que la encontrarían, y así acudía su padre directo al patio trasero, donde encontraba a Lucero muy entretenida dialogando con una estrella:
"Pues no sé, estrella, pero por ahí cuentan los pajarillos galácticos que en la Osa Mayor habitan extraterrestres verdes con cabezas grandes. ¿Ah? ¿Cómo voy a saber yo si es o no lo es? Sabes que los pájaros hoy día inventan más de la cuenta. Pero tú no quieres decirme si es verdad o no, así que no hay mucho que pueda yo hacer. Verás que un día me duermo, voy hasta allá y lo compruebo. ¿Te gustaría que te visite a ti también?"
Tan concentrada se la veía regañando al astro porque esta no le quería contar las verdades de los cielos, que intuitivamente su padre no la interrumpía. Suponía que su hija estaba loca, y en parte quizás era así. Era una niña mitad fantasma, o quizás mitad ángel, pues cuando Lucero se encerraba triste por la noche, a la mañana siguiente los vecinos afirmaban haber oído cantar a una Diosa por la madrugada, pero no entendieron ni una sola palabra, si es que palabras pronunciaba aquella misteriosa y mágica voz.
"Qué jovencita extraña" pensaban, pero aun rara jamás sufría de hambre, no sudaba, no enfermaba, no pasaba necesidad y aun así era delicada como flor de jardín místico.

El romance de las 10 horas



"Aquel beso suyo me supo a cemento. Desagradable, gris, frío, poco deseado. Su sonrisa me parecía el escondite de una mala intención, la falsedad de sus abrazos me quemaba. Aquella hermosa sobreprotección se me hacía una manipulación.
Luego de sentirme una estúpida y haber dejado la dignidad que me quedaba en silencio, esperando que siquiera tuviera una pequeña intención de escribirme, hablarme como el buen amigo que alguna vez fue, que escribía todas las mañanas y hacía que mi día comience con una sonrisa... Luego de haber jurado una noche entre besos tentados que él era diferente, que quería protegerme. Dijo que quizás yo un día me olvidaría de él, pero él no me olvidarías jamás, y a las dos semanas dejó de hablarme. Caí como una tonta ante sus palabras tan poco precisas. Me dejó en el que parecía un sístole eterno, que aun no ha sentido diástole alguno. ¿Cómo fui tan tonta? ¿Qué pasaba entonces por mi cabeza? Ah, ya recuerdo... Mi mente repetía cual radio descompuesta "Gracias Dios, por fin puedo sentirme en paz". Quién diría que iba a ser tan débil, tan impaciente, tan poco hombre. Otro peón sobre el tablero que se dejó comer para abandonar el juego. Qué va... Ni quien necesite sus trucos mágicos para hacerme sonreír.
Yo digo que él ya no me interesa, pese a que aparezca tan a menudo en mis sueños, provocándome un extraño confort en el ambiente cuando duermo. Amanecí con él un día, entregándole todo lo que la prudencia me permitía, para que él, inconforme y machista, no vuelva a hablarme y se esfume cual haz de luz en la noche. ¿Qué demonios hago? ¿Querrías ser tan amable de contestarme?"

...le comentaba ella a la pared, al borde de un ataque de nervios, esperando una respuesta que no iba a ser recibida de aquella única que estaba dispuesta a escucharla. O quizás no, pero en todo caso no podría decirle que no. 

sábado, 16 de febrero de 2013

Recuerdos de algo que jamás fue


Esto no fue escrito por mí. Por el contrario, fue escrito hacia mí un día hace mucho tiempo, cuando él y yo no estábamos en guerra de egos, tratando de demostrar que uno es más fuerte que el otro inútilmente. Todavía lo leo, todavía lo extraño.
Sencillamente, otro recuerdo más que quedó grabado.



"No me dejes sólo. Viajas hacia otro mundo...
Mientras yo te extraño,
y vago sin rumbo.

Mientras sigo mi camino esperando que algo pase,
recuerdo esos días, que caminábamos juntos,
sin pensar que volverías a dejarme,
sin rumbo...

Desertora del destino... Amante de platino.
Mi vida fue tuya, mas mi corazón ya no es.
Mi vida fluye, imperecedera...
Mientras los demás corren la carrera de la mentira,
la soledad me abriga, con su ropa oscura...
Vuelvo a mi mente... Vuelvo a la soledad...
Y tú, voráz,
cual serpiente, embaucadora, más hermosa y radiante...
Vuelvo a mis raíces, y vuelo con la mente.
Reflexiono con el alma
y busco con el corazón...

Y confié en tu camino.
Libre, volé como las aves.
Piedras en mi camino... Puentes cerrados.
Salidas inexistentes de un mundo inesperado."

-"Él"

jueves, 14 de febrero de 2013

Segunda separación


Los padres de él estaban abajo, muy desatentos, ocupados trabajando. Motivo por el que ella y él no tenían problemas al estar encerrados en el cuarto, sin mucho que decir. Él apagó las luces y se acostó en el piso, mirando al techo. Ella lo miraba enamorada, indigna, sin orgullo, perdida en sus luminosos y mágicos ojos, dormitando su vista entre las ondas de su pelo. La luna, torpe chismosa, colaba su luz por la rendija de la ventana, revelando la triste expresión presente en el rostro de él. Ella, lo observaba con el alma quebrada. Desde su asiento, en la otra esquina, lo miró unos minutos más, hasta que un suspiro inundó y suavizó el tenso ambiente de la habitación, haciendo que ella saliera de su trance, y se volvió dolorosamente consciente. 
Se sentó junto a él en el piso alfombrado, buscando su mano con desespero. La encontró, y sintió el calor de su resignación, derritiendo con toda lentitud la frialdad del silencio.
Entonces los pensamientos de ella se salieron de control. Los recuerdos del dolor de aquel año separada de él se desenterraron, y frente a sus ojos, desfiló el miedo al mañana. ¿Sobreviviría una segunda vez?
Dos lágrimas rodaron por su mejilla con la velocidad de un haz de luz en el cielo. Él se recostó en las piernas de ella, para recibir las últimas caricias de sus manos de oro.
-¿Vas a volver a dejarme solo mañana? -Dijo él con el poco aire que podía circular por su garganta anudada. Ella estalló en llanto, porque realmente no quería hacerlo. Maldecía a la vida por dentro.
Se acostaron en la cama, secando lágrimas, entre besos y caricias de consuelo. Se durmieron entre muchos "Te amo" bordados de sutil miedo, agobiados por el pronto abandono. 
Al amanecer, él despertó esperando encontrarla dormida a su lado. Fue un error desafiar al destino. Con la esperanza casi extinta, marcó su teléfono mil veces sin respuesta. En vano corrió a su casa, con la fe de conseguir todo en orden.
Ya las maletas no se veían desde el hueco de la ventana. Una señora de baja estatura, con camisón y pelo blanco, se asomó por la puerta. Él no necesitó dar explicaciones por su aparición en aquellos lares. 
-No amor, lo lamento, ella se fue temprano hoy. -Dijo la mujer en un tono de tristeza compartida. 

Todo se puso borroso en cuestión de segundos.

jueves, 7 de febrero de 2013

La frase cliché

En dedicación a mi amigo Sebastián, de Colombia, a quien encontré en estado algo depresivo cuando comencé a hablar con él, y luego de conversar un rato, ciertas palabras me revelaron una muy pequeña parte de su pensamiento. Por tal motivo, me acordé de él cuando escribí esto.
Sebas probablemente no entenderá por qué le dediqué esto sino hasta que llegue al final del escrito y lea el anteúltimo párrafo. También me arriesgo a que no se lo tome en serio, mas en alguna parte de sí, tal vez comprenda que mi preocupación es 100% sincera.


Imagínense un día sin mañana. Qué frase tan cliclé, ¿cierto? Pero les voy a enseñar un pequeño truco: Dejen de leerla como aquella frase que aparece por todos lados y leíste mil veces... Analízala.
Si te dijera que mañana vivirás, pero que no habrá ninguna mañana, y todo será noche... Tómate tu tiempo para imaginártelo. 
Date un momento para pensar con todo uso de lógica... ¿Qué ocurriría con el mundo si dejan de haber amaneceres? Por ende, tampoco habrían atardeceres. Si jamás amanece, jamás transcurre el día hasta el atardecer.
Fría noche... Los pájaros no suelen salir a oscuras, así que no volverías a admirar su libre vuelo, ni escuchar su dulce cantar en la mañana.
Jamás podrías volver a ver la incandescente bola de fuego descansar entre las montañas. No verías el bailar de las hojas al viento, y el césped verdoso. Total frialdad, eterna oscuridad. Ni una tibia brisa de verano, ni el aleteo de un colibrí.
A cierto punto, dejarías de sentir la hermosura de una visita de las estrellas, ya que de tanto verlas, te perturbaría su presencia. No disfrutarías de una salida a caminar sin sentir el cálido beso el sol sobre ti; solo un frío vacío que no sabrías con qué llenar.
No alcanzarías a ver la inmensidad de la montaña, ni el color de la flor. Ni siquiera el contorno brillante de la copa de un árbol, cuando este se observa con el mágico  y celeste cielo por fondo. No resaltaría.
¿Y de ti? Jamás tendrías la oportunidad de ser el enamorado que besa a su doncella a la rojiza luz del atardecer. No encontrarías, quizás, inspiración. No sabrías apreciar la belleza del planeta Tierra en su totalidad.
A veces simplemente es bueno despertar y comprobar que el sol continúa brillando, iluminando atardeceres, coloreando flores, enseñando el danzar de la hierba, haciendo cantar pajarillos, entibiando la brisa que nos roza, presumiendo del tamaño y sabiduría de las montañas, dándoles descanso a las estrellas, y haciendo que mil amores se unifiquen bajo la majestuosidad de sus rayos. 



Imagínense un día sin noche. Qué frase tan torpe, ¿cierto? Pero les voy a enseñar un pequeño truco. No lo leas como si fuese la tonta continuación del escrito anterior... Analízala.

Si te dijera que a partir de este mismo instante, vivirás, vivirás, y vivirás, mas sin embargo, no habrá ninguna pausa para que descanses... Tómate tu tiempo para imaginártelo. 
Ni un momento para frenar... Qué aburrido sería no hacer ni una pequeña pausa en el vivir. Constante trabajo, bajo el incansable sol, mas el agobiante pesar de que no tocarías tu cama, ya que después de todo, siempre sería demasiado temprano como para andar acostado. Siempre habría algo para hacer.
Qué sería, sin la noche, de aquella nocturna brisa refrescante, que te ordena las ideas que el día desordenó...
No me imagino qué fuera de mí sin poder ver las estrellas, aquellas delatoras del cielo, que sin darnos cuenta, nos relatan a través e su brillo las historias de cómo era el cielo hace millones de años, ya que el brillo que hoy vemos en el cielo, no existe, mas su luz continúa viajando. 
Pobrecitas las estrellas fugaces... ¿No te frustraría si fueras tú? Tanto tiempo de viajar por el Universo, esperando a llegar y presentar su magia ante nuestros ojos para que al pasar visitando nuestra Tierra, se diera cuenta de que nadie se percató de su brillo, por la claridad del entorno y el sol estorbando. Lo que me lleva a preguntarme... ¿De cuántas estrellas fugaces nos habremos perdido durante el día?
Qué triste sería que a la señora Luna se le empolvara su vestido plateado y nunca más pudiera subir a compartirnos su intenso encanto, vista envuelta entre nubes de ángeles.
¿Y de ti? ¿Serías capaz de vivir sin pausa ni la bella vista del manto galáctico cubriéndote?
Los satélites se aburrirían en el cielo, de saber que ya no pueden jugar con los seres de la Tierra, disfrazándose de estrellas, confundiéndonos traviesamente. 
El interior de cada quien no recibiría tantas visitas durante el día, ya que nadie se tomaría el tiempo de reencontrarse con sus recuerdos.
A veces simplemente es bueno llegar por la noche a casa, mirar por una ventana y encontrar que la luna aun flota sobre nosotros, siendo su brillante espectáculo la apertura de nuestra noche, mientras ves los cuentos de las estrellas, siendo tapado por las luces del firmamento, mientras tus pensamientos desfilan en silencio y te encuentras contigo mismo. Recuerda que sólo en la oscuridad podrás ver si tu luz interior realmente brilla.



Imagínense un día sin que vivas. Qué frase tan ilógica, ¿cierto? Pero les voy a enseñar un último pequeño truco. Duérmete durante todo un día y cuando despiertes, puedes seguir leyendo las líneas faltantes. Mas no despiertes ni media hora. Simple sueño continuo.

Si dijera que existe la vida, pero no tú... ¿Qué lógica tiene eso? Ninguna. ¿Cómo se me ocurre decir que la vida existe sin alguien que la viva? La vida sin alguien que la viva... Nada existiría. Nada. Ni siquiera la propia nada. Qué misterio.
Imaginemos la vida de algo inexistente. Algo inexistente jamás sabría que no está existiendo cuando podría estar haciéndolo. Desconocería por completo el brillar de las estrellas, el palpitar de un corazón, el canto de un pájaro. Quien no existe, no ve, no siente, no vibra, no irradia, no está, no se ausenta, no sufre, no se enamora. No tener vida es no tener nada, y no ser consciente de ello. No sufrir la soledad, no gozar de la compañía, no sentir amor ni sentir odio. Ni enojos, ni penas, ni miedos, ni hambre. Nada de valor, fuerzas, ni debilidad, ni sed, frío o calor. 
No vivir es no sentir, y no sentir, es no recibir, ni dar, ni reforzar amor. Nada de enamorarse. Sin risas ni llantos. Sin golpe ni caricia. No eres creado y no creas. No piensas, no descubres, no razonas, no analizas, no comprendes. No conocerías la diferencia entre la nada y lo que sí es algo. Nada de tacto, vista, olfato, oído ni gusto. 
¿Qué del sentir el sabor de la dulzura, o la amargura del limón? 
¿Qué del calor y la vibración energética de un abrazo? 
¿Qué del gozo al percibir un paisaje, o el color del inmenso y brillante cielo?
¿Qué del sentir el magnífico aroma del jazmín, y la frescura de la hierba campestre en la mañana? 
¿Y el deleite de un piano sonar, o la seducción y finura de una guitarra? 
Decir que no sentirás es algo tan inmenso, que no me cabe en palabras. 
A veces simplemente es bueno abrir la mente y darte cuenta de que estás viviendo. Para ti, el mundo sigue girando. Todo existe, todo vibra. Sientes, percibes, captas, ríes, lloras, hablas, callas y conoces la diferencia entre bien y mal.
Es algo tonto, ¿no? Que una persona como yo deba recordarte cosas que ya sabes. Pero estoy más que segura de que no lo valoras como debes a diario. Yo tampoco lo hago, pero poco a poco se aprende a hacerlo.
Cuando te acostumbres, vas a encontrar inspiración en cada detalle, y siempre encontrarás motivo para vivir.


Este escrito va dedicado a aquellos amigos míos que alguna vez tomaron el suicidio como opción, y también a todo aquel que alguna vez deseó no haber nacido.



Nota: Este escrito comenzó a escribirse entre lágrimas, y terminó de escribirse entre risas, sentada en plena naturaleza, oyendo el sonido de una quena y un tambor en unión.