domingo, 5 de mayo de 2013

Paredes

Nosotras estamos destinadas a esto. Somos construidas y creadas siempre de la misma forma; nos hacen altas, rectas, largas, firmes, lisas. No nos podemos quejar, pues ni boca, voz o corazón poseemos. Esta es nuestra condena, nuestro servicio, el estar por siempre de pie, observando por un lado el mundo que nos rodea, tan cerca y tan lejos, y por el otro lado escuchar aquello que nadie más escucha. Lo sentimos todo, queramos o no. No tenemos elección. Admiramos la belleza del exterior sin siquiera poder dar un paso hacia ella. No respiramos el frescor del aire, no dirigimos la mirada al cielo, y sin embargo, protegemos a los seres que no desean hacerlo, aun teniendo la posibilidad. Así y todo, todos se esconden tras nosotras. El ser humano se oculta en nuestro interior, para que lo protejamos del calor, del frío, de la nieve, de la lluvia, de modo tal que protegemos las posesiones del hombre, resignadas a la rígida tarea que nos toca. Mas sin embargo, nos entregamos con amor a la noble función que se nos asigna, pues para eso las materialistas manos humanas nos traen a este mundo.

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