jueves, 14 de febrero de 2013

Segunda separación


Los padres de él estaban abajo, muy desatentos, ocupados trabajando. Motivo por el que ella y él no tenían problemas al estar encerrados en el cuarto, sin mucho que decir. Él apagó las luces y se acostó en el piso, mirando al techo. Ella lo miraba enamorada, indigna, sin orgullo, perdida en sus luminosos y mágicos ojos, dormitando su vista entre las ondas de su pelo. La luna, torpe chismosa, colaba su luz por la rendija de la ventana, revelando la triste expresión presente en el rostro de él. Ella, lo observaba con el alma quebrada. Desde su asiento, en la otra esquina, lo miró unos minutos más, hasta que un suspiro inundó y suavizó el tenso ambiente de la habitación, haciendo que ella saliera de su trance, y se volvió dolorosamente consciente. 
Se sentó junto a él en el piso alfombrado, buscando su mano con desespero. La encontró, y sintió el calor de su resignación, derritiendo con toda lentitud la frialdad del silencio.
Entonces los pensamientos de ella se salieron de control. Los recuerdos del dolor de aquel año separada de él se desenterraron, y frente a sus ojos, desfiló el miedo al mañana. ¿Sobreviviría una segunda vez?
Dos lágrimas rodaron por su mejilla con la velocidad de un haz de luz en el cielo. Él se recostó en las piernas de ella, para recibir las últimas caricias de sus manos de oro.
-¿Vas a volver a dejarme solo mañana? -Dijo él con el poco aire que podía circular por su garganta anudada. Ella estalló en llanto, porque realmente no quería hacerlo. Maldecía a la vida por dentro.
Se acostaron en la cama, secando lágrimas, entre besos y caricias de consuelo. Se durmieron entre muchos "Te amo" bordados de sutil miedo, agobiados por el pronto abandono. 
Al amanecer, él despertó esperando encontrarla dormida a su lado. Fue un error desafiar al destino. Con la esperanza casi extinta, marcó su teléfono mil veces sin respuesta. En vano corrió a su casa, con la fe de conseguir todo en orden.
Ya las maletas no se veían desde el hueco de la ventana. Una señora de baja estatura, con camisón y pelo blanco, se asomó por la puerta. Él no necesitó dar explicaciones por su aparición en aquellos lares. 
-No amor, lo lamento, ella se fue temprano hoy. -Dijo la mujer en un tono de tristeza compartida. 

Todo se puso borroso en cuestión de segundos.

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