lunes, 9 de abril de 2012

En dedicación a aquellos que me llaman "estúpida, tonta, burra" guiándose por un boletín de notas.

Primero que nada, quiero contarles la historia de este corto texto.
Hace no mucho, presenté un examen de historia universal, para el cual yo no había estudiado absolutamente nada. Ni siquiera me preocupé. Sólo dejé la hoja en blanco y ya. Pero me estaba aburriendo, y si no hacía algo, el sueño iba a a terminar de vencerme. Empecé a escribir. Había gente gritando, escándalo, y yo apenas me daba cuenta. 
Cuando terminó el examen, entregué mi hoja en blanco, con mi escrito atrás. No iban a decirme nada, ni mucho menos pensé que los profesores fueran a leerlo. Era para matar el tiempo y el aburrimiento, y de paso aclarar algunas ideas. 
Iniciaron las vacaciones de semana santa. 
Hoy, al reintegrarnos a las clases, entregaron el examen final a todos mis compañeros. Habían algunos que también dejaron la hoja en blanco, sin embargo a ellos también se los entregaron. Yo fui la única que no recibió el suyo. Ni me preocupé. Ver el examen iba a estresarme mucho, como es costumbre. No me interesaba recibirlo, de todos modos sabía que había salido mal.
Dejé pasar las horas, fui a la siguiente clase, y el profesor nos dejó la hora libre. Mientras yo estaba metida escribiendo en mi cuaderno (continuaba la segunda parte de Nahir), se me acercó el profesor, y me dijo que había leído un escrito mío que hice detrás de un examen y lo dejé impresionado y sumamente encantado. Como suelo hacer alguno que otro párrafo o frase corto detrás de la mayoría de mis exámenes, la verdad no me acordaba de cuál de todos era. Le pedí que por favor me lo recordara. Inmediatamente me acordé del texto, del día en que lo hice y el momento de aburrimiento. Agradecí por el elogio.
Al rato, me acordé de que era un lindo texto que quería guardar. Fui a hablar con mi profesora de historia. Estaba ocupada, pero pudo atenderme. Me dijo que fui la única a la que no le entregó el examen, no porque la hoja estuviese en blanco, o porque haya salido muy mal... Sino porque quería conservar el escrito que había detrás. Al parecer, ella fue la primera en leerlo, y quedó fascinada. Tanto así que lo enseñó al profesor que me dio el elogio, y a una de las subdirectoras del colegio. Según dicen, fui muy elogiada, y dijeron que me veían con mucho futuro, y como una artista nata. Yo no estaba segura... 
Le pedí que por favor me devolviera el examen para yo poder pasar el escrito, y después se lo iba a dejar como un regalo.
La profesora lo aceptó y agradeció. 
Ahora, con el escrito en mi poder, lo pasé a la computadora y lo comparto con ustedes. Gracias por leer. 



Llámenme burra.

Personalmente, nunca me llamaron la atención los conocimientos que se otorgan en una institución escolar. No me parecen importantes. No se me hacen interesantes. Son datos que puedo aprenderlos ahora, a mis catorce años, tanto como más tarde a los setenta años. Esos no son los conocimientos que me voy a llevar al otro mundo. Después de mi partida, a mí no me van a recordar por saberme la fecha exacta de las cosas y acontecimientos, ni por entender el funcionamiento de la ciencia a su 110%. Sigo pensando que una artista por naturaleza, sabrá cómo mantenerse. Pero me parece que lejos de un salón de clases, hay un mundo entero que conocer. Siempre, aun en los últimos segundos de vida, hay algo nuevo que aprender. Hay gente que ayudar. Yo no comprendo cómo la humanidad pretende comprender cosas celestiales, cuando todavía no entienden a la perfección las terrenales. Tampoco comprendo cómo a los padres les importa más que sus hijos aprueben de taquito todos los examenes, más de lo que les interesa si tienen valores y son buenas personas. La sabiduría no se mide por las notas de examenes. Yo no trato de ser alguien especial, ya que eso no me haría serlo. Después de todo, si todos somos especiales, nadie lo es. Si lo tienes todo, en realidad no tienes nada. Cuando todo está bien, todo está mal. Y es que es así. Siempre nos esforzaremos en conseguir algo. Dejaremos días, noches de sueño y todas tus fuerzas en eso, y cuando lleguemos a lo que esperábamos conseguir, nos daremos cuenta de que ya no vale nada. Lo tuvimos, lo disfrutamos y después no sabemos qué hacer. Aburridos de haber dejado tu ser en aquél esfuerzo por conseguirlo, te pones a pensar y te puedes dar cuenta de que durante la escalada hacia la cima, te caíste, te lastimaste pero sobreviviste y aprendiste mucho. O puedes darte cuenta de que realmente no querías lo que tanto buscaste. Pero comienzas con otro objetivo, y así escalas, escalas, te caes, te levantas, sobrevives y al final de todo, te das cuenta de que tus recompensas no son lo que conservaste, sino todo lo que aprendiste en el proceso. Y serás recordado por ello. Te irás con la conciencia limpia y el corazón calmado, y además el cerebro repleto de aprendizajes y recuerdos. Tu alma vivió. Después de eso, te invadirá la libertad. Y la libertad es equivalente a felicidad. Si no eres libre, no eres feliz, y si no eres feliz, no eres libre. 
Mantente en blanco. Concentrate en aprender y no en la recompensa que recibas de eso. Siempre duda de lo que sabes. No te fíes de tus conocimientos, ni mantengas una ideología fija. Amplíate, crece. Y por sobre todo eso, sé feliz
Ten paz.


                               -Sabrina A. Jackson Gallagher-

                   The White Rose




¡GRACIAS por llegar al final! 
Espero les haya gustado, lo hayan disfrutado y si aporté algo nuevo a sus mentes, soy feliz.

Tengan paz.



-Sabrina A. Jackson Gallagher- 

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